Diario de León
León

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Con la Virgen a la puerta sin esperar a la Semana Santa, que ya será tarde, el colectivo más acostumbrado a mirar al suelo para encontrar el pan se encomienda a lo que depare el cielo. Mala primavera la que entra para los que meten su capital bajo tierra con la intención de que florezcan frutos que se hagan euros. Como en el principio de los tiempos. Como ha sido siempre en esta tierra. Como vuelve a ser este año en el que el agua no aparece para que se rieguen los cultivos. Sembrar, trabajar, esperar y...

El invierno, nunca tan seco en el último medio siglo, castiga la persistencia de los agricultores por continuar con la labor que heredaron de sus abuelos, de los abuelos de sus abuelos. La maldición que los condena a tener que encomendarse a los elementos como complemento a su esfuerzo, que nunca es suficiente si no se alían las isobaras del mapa meteorológico con las épocas de la siembra, la nascencia y la cosecha. Todo un capital a la intemperie en plena crisis. El aval con el que sujetar las letras que se acumulan en el banco para poder tirar del crédito en el que los entrampó el tractor, la cosechadora, los fertilizantes que no frenan su subida, las semillas que se desbordan por encima del IPC, los carburantes a los que ahora la Junta fía la supervivencia del actual sistema de prestación sanitaria.

La campaña se asoma a los pantanos para ver cómo suena la piedra cuando golpea en el fondo. Apenas un tercio de lo que se necesita para poder regar en el Luna. Una ruina para casi 60.000 hectáreas, de las que poco más de 6.000 invirtieron en el riego por aspersión, mientras que el resto continúa con el agua a manta por encima de las presas. Escasos recursos con los que sacar adelante una cosecha que amenaza con caber en un serón por mucho que a partir de esta semana se desaten los demonios de las tormentas por la provincia.

La escasez invita a un verano en el que agitar de nuevo el fantasma del pantano de Omaña, la posibilidad de las balsas de regulación en el Órbigo, la barbaridad de elevar la cota del muro que hace sombra al colchón de Los Barrios de Luna. Situaciones desesperadas que arrecian cada vez que el embalse luniego, como el Porma, Riaño e, incluso, Villameca, no dan para cubrir lo que niega el cielo.

La burla que se cierne sobre quienes miran para arriba y se les escapa la tierra entre los dedos.

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