Diario de León
León

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Las hojas del calendario sigue cayendo y la temida fecha del 2018 avanza inexorablemente hacia el presente. Es el año del examen al carbón leonés, en el que si las cosas siguen como están alguien dirá lo de «el último que baje la trapa». Y el problema es que incluso no está tan claro que la trapa siga abierta hasta entonces.

Se ha hablado tantas veces de la muerte del carbón, que el riesgo evidente de que desaparezca uno de los motores clave de la economía leonesa se ha ido acomodando en la conciencia colectiva de la provincia hasta el punto de verse como una realidad contra la que no caben apelaciones. El problema es que en esa misma conciencia también se ha ido adormilando la verdadera realidad que generará esa defunción de 2.000 puestos de trabajo directos y de uno de los pistones que permiten que el motor de la economía leonesa no se gripe definitivamente.

Con el carbón se ha jugado mucho y mal, y por ello es muy difícil que en una sociedad cada vez más urbana y asentada en los servicios exista una verdadera conciencia de todo lo que pierde León si deja de extraer la riqueza de sus entrañas. Las archicacareadas medidas de reactivación han llegado poco y mal, y la realidad de las cuencas en las que la trapa ya se bajó exhibe cual es el panorama al que se enfrenta la provincia si no es capaz de cambiar las tendencias.

Dicen que la crisis abre las puertas a una revisión de las posibilidades energéticas y que el carbón podría tener futuro por ser una fuente autóctona pero también es verdad que con la generalización de la conciencia ecológica en la sociedad las centrales térmicas tienen pocos defensores con la situación que mantienen en la actualidad. En todo ello aparece como una tabla de salvación la puesta en marcha de los sistemas de captura del CO2 pero de momento su uso real, su uso industrial, aún está en pañales y no corre a la misma velocidad con la que se caen las hojas del calendario que fija la hoja de ruta del carbón leonés.

Hace tiempo que los entresijos del problema minero se nos escapan a la mayoría de los mortales por su complejidad pero creo que nadie puede ser ajeno a que en el carbón se ha invertido tanto dinero público como para exigir que no se vaya todo por el desagüe tan fácilmente. El carbón ha sido un arma arrojadiza muy golosa entre los partidos, pero ha sido un arma muy cara y no cabe esconderse y decir que el futuro es negro, negro.

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