Diario de León
Ponferrada

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Cosas que hacen que un país se vaya al garete.

Tener 20 años, volver de una discoteca y pasar 20 horas retenido en una Comisaría porque te han confundido con un manifestante del 15 de mayo.

Tener 20 años, ser un manifestante del 15 de mayo y pasar 20 horas en la misma Comisaría de antes porque te has atrevido a protestar en la calle.

Tener 20 años, ser universitario, quedarse en casa o en una discoteca y no protestar por temor a que te detengan.

Tener 40 años, ser minero, vivir en el Bierzo y descubrir que aún encerrándote en un pozo, el Gobierno no considera al carbón un sector estratégico.

Tener una edad cualquiera, no ser minero, vivir en el Bierzo, o en la provincia de León, y creer que el cierre de las minas no te afecta.

Ser empresario, o querer serlo. Tener una idea. No tener todo el dinero necesario para desarrollarla y crear empleo. Y darse cuenta de que los bancos nunca te concederán un crédito.

Ser inmigrante. Haber venido de muy lejos para quedarse y tener que marcharse porque te despiden del trabajo.

Tener una hipoteca, no poder pagarla y ver como el banco no sólo se queda con tu casa, sino que además te embarga.

Ser político con altas responsabilidades. Aceptar regalos, aunque sólo sean unos trajes, de personajes interesados en obtener algo a cambio. Y salir indemne.

O ser juez y cargar al erario público los gastos de una veintena de viajes de placer sabiendo que es muy difícil que alguien se atreva a condenarte por ello.

Ser presidente del Gobierno, no escuchar las quejas de los ciudadanos. Anteponer el déficit al empleo, la deuda al crecimiento. Y nacionalizar un banco antes que un sector como la minería, que, repito, debiera ser estratégico.

Tener 38 años, ser periodista, escribir esta columna de opinión y no ser capaz de convencerle a usted, lector de Diario del León, de que el Bierzo se va al garete, la provincia se va al garete, el país se va al garete, y el mundo lleva tantos años en el garete que o reaccionamos o el garete —ese lugar a donde se van todas las cosas que se pierden— se va a convertir en nuestra casa permanente.

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