Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Malditos bastardos

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Con el permiso de Quentin Tarantino, hoy quiero robarle su título para encabezar esta reflexión sobre un problema terrible: la pederastia. Hace al caso recordar que la semana pasada, en el marco de la Operación Klaus, un varón leonés fue detenido por posesión y distribución de material pornográfico infantil, con más de 3.000 archivos. No ha sido el único en este año en caer en la red policial, cada vez más efectiva y contundente en el cerco a esta gentuza. En febrero, un soriano y otro leonés fueron encarcelados por el mismo negociete: unos niños complaciendo a esta escoria podrida en cuerpo y mente. No en alma, pues carecen de ella. En marzo, también de este siniestro 2012, el epicentro de la podredumbre fue Valladolid. Y así, en un recorrido a paletada gruesa, podríamos dibujar el mapa de España emborronando en algunos lugares de costa e interior más que en otros.

Con demasiada frecuencia el nombre de nuestra provincia ha quedado asociado al de quienes se enriquecen o disfrutan con algo tan vil como utilizar a los pequeños para excitarse o satisfacer sus deseos de posesión. El perfil medio de quienes protagonizan esta página oscura de nuestra historia cotidiana es el de un varón adulto entre 20 y 60 años, con formación informática y buenos conocimientos de cómo ocultar a los ojos de los demás su perversión. Muchos son padres de familia, ¡qué familias!, otros respetados hombres de negocios, profesores, jubilados, abuelos que llevan a sus nietos al parque. Esta epidemia no conoce fronteras sociales, económicas, culturales. Es lo que tiene la casquería humana.

Los psicólogos advierten que la mitad de estas inmundicias encuentran su justificación primera en la ausencia de afecto durante su infancia o adolescencia, en la falta de empatía con las víctimas, en la autoafirmación de su personalidad a través de causar un sufrimiento a un niño al someterlo a sus instintos, o disfrutar con la visión de tal crimen. Una, que es madre al fin y al cabo, piensa si a tales ciudadanos en lugar de pagarles entre todos psicólogos no podríamos utilizarlos para asfaltar carreteras, picar piedra en alguna de las minas del Teide —de las del carbón no hablo, que igual se mosquea el canarioflauta—, o servir a la patria como modelos de anatomía para los estudios forenses de las Facultades de Medicina.

Lejos de ser víctimas estos verdugos son criminales tarados hacia los que la sociedad no ha de sentir compasión alguna. Y si náusea es lo que causa aparecer en noticiarios esta provincia por culpa de semejante canallería, orgullo es lo que sentimos los españoles ante nuestras Fuerzas de Seguridad, ante la policía que convierte en un poco más habitable, con su trabajo eficaz y callado, esta sociedad podrida. Felicidades por el trabajo bien hecho.

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