Diario de León
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césar gavela
León

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En 1823 nació en Villafranca del Bierzo Conrado Sotelo Fiz, hijo de un maestro de Paradaseca que se estableció en el barrio de Tejedores. Conrado tuvo una vida larga y honesta. A los dieciocho años encontró un trabajo de criado en Ponferrada, en la casa de un aristócrata de la baja nobleza, don Pastor Méndez de Cangas. En aquel hogar sería muy bien acogido porque Conrado era un hombre bello, de decir atento y preciso, de ademanes delicados y de aspecto romántico.

Un día de 1842 conoció en la calle del Reloj a Enrique Gil y Carrasco, paisano suyo, y del que había escuchado grandes palabras, y leído dulces versos editados en revistas de Madrid que se recibían en la casa de don Pastor Méndez de Cangas. Enrique Gil había venido a visitar a sus padres y hermanos, que desde hacía muchos años vivían en Ponferrada.

A partir de entonces surgió una bella amistad entre los dos hombres jóvenes, quienes se cruzarían bastantes cartas, donde la poesía, los viajes, el amor y la política serían elemento principal.

Cuatro años después, cuando Gil y Carrasco murió de tuberculosis en el frío y lejano Berlín, Conrado Sotelo lloró muy amargamente. Por el amigo y por el escritor. Poco tiempo después regresó a Villafranca, donde pasaría el resto de su larga vida, célibe, nostálgico y soñador. Dedicado a la docencia en la escuela que había fundado su padre en la calle Sucubo.

En 1895 Conrado Sotelo se jubiló. Retirado en su casa junto al río Burbia, allí leía, meditaba y existía.

Años después vino a vivir a Villafranca don Ramón Carnicer Gil, recién casado en la villa con doña Carmen Blanco. Carnicer Gil pronto trabó una muy buena relación con Conrado Sotelo.

Prueba de ello es que el día en que nació el que sería gran escritor leonés Ramón Carnicer Blanco, Conrado Sotelo estaba en aquella casa del barrio de la Pedrera. Conrado escuchó el dolor de la madre de Ramón, el primer llanto del niño y el revuelo de las comadres. Feliz y padre a los 58 años, Ramón Carnicer Gil invitó a Conrado a tomar un aguardiente de orujo muy fino, elaborado en las entonces afamadas destilerías de Villar de Acero.

Así pues, Conrado Sotelo conoció, trató y quiso a Enrique Gil y Carrasco, y conoció a Ramón Carnicer cuando era niño. No solo en aquel día de su nacimiento, sino a lo largo de varios años. Lo vería corretear a menudo por el jardín de la casa de la Pedrera y también por la Alameda.

En abril de 1919 murió Conrado Sotelo. Su larga vida pacífica es un misterioso puente entre Gil y Carrasco y Ramón Carnicer. Si hubiera vivido cuatro años más, ya un abuso entonces, habría podido asistir, anciano y sordo, al nacimiento de Antonio Pereira. A cuyo padre ferretero conocía y trataba con frecuencia.

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