Diario de León

TRIBUNA

¡Que no muera el Ademar!

Publicado por
José Luis Pérez Soto Periodista deportivo
León

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De un año a esta parte el Club Balonmano Ademar ha emprendido el camino de su adiós, de su desaparición. El que no lo vea así, es que está ciego o no lo quiere ver. En León sabemos ya mucho de desapariciones, sea de buenos proyectos económicos, de empresas más o menos florecientes, y de, como es el caso que nos ocupa, clubes o equipos deportivos. El último de la fila había sido el Baloncesto León. Su puesto lo puede ocupar de hoy en un par de meses, tres como mucho, este Ademar que agoniza.

Y no es una exageración hablar de agonía, porque se están dando las condiciones ideales para que un club con más de medio siglo de existencia se vaya al garete. Y, además, a este paso se va a morir de una manera rápida, fulminante y silenciosa. Los leoneses somos como somos, alguna vez que otra bien que sabemos reconocer nuestros defectos, pero no soportamos que nos los recuerden. Entre esas peculiaridades de nuestro carácter general no se encuentra la de arrimar el hombro en común por una causa que merezca la pena. Y así nos luce el pelo, no sólo porque nos hagan la puñeta desde otros lugares.

Somos algunos, es relativo decir si muchos o pocos, los que llegados a este probable punto y final del Ademar nos resistimos a ver morir a nuestro club de muchas más alegrías que penas. Y a la cabeza de esa resistencia el que más así lo está manifestando es Manolo Cadenas, su emblemático entrenador. Antes de que alguno se ponga a pensar en intereses egoístas, que se entere o muy pronto se va a enterar, de la serie de jugosísimas ofertas que tiene el técnico de Valdevimbre para entrenar las próximas temporadas lejos, muy lejos de León, en varios rincones de Europa donde saben lo que vale Cadenas. Con el valor añadido de que procede de un balonmano recientemente campeón del Mundo, que eso se tiene muy en cuenta más allá de los Pirineos, que aquí en nuestro solar patrio no sirve de demasiado, el fútbol lo invade todo.

Manolo Cadenas está a punto de anunciar que se va. Ya lo hizo Felipe Borges al Montpellier. Ayer mismo se supo que Iosu Goñi irá cedido a la liga de Qatar hasta final de temporada, Carlos Ruesga será muy difícil que termine la temporada en León y la lista de despedidas a buen seguro que se incrementará en las próximas semanas, en las ya pocas que faltan para acabar esta campaña. A todo este desmoronamiento del equipo cabe recordar la friolera de doce jugadores que abandonaron la plantilla no hace todavía ni un año. Bien sabemos todos que si no hubiera sido porque la buena labor de cantera dio sus frutos habríamos transitado por la Liga al estilo del Valladolid, siempre codeándonos con los últimos, y no casi siempre en una inaudita tercera posición, jugando la Copa Asobal y hasta nada menos que octavos de final de la más poderosa competición por equipos del balonmano mundial, la otrora Copa de Europa.

A estas alturas esperar algo, lo más mínimo y positivo por parte de la directiva que preside Carlos Pollán, no ha lugar. Tiempo ha tenido él y los pocos que no se le han ido para haber enderezado el torcido rumbo, y no lo han hecho. Y ya no lo van a hacer, o porque no saben, o porque ya no pueden. Entrar en concurso de acreedores (a mí siempre me han gustado las más auténticas y antiguas acepciones de expediente de crisis o suspensión de pagos) les impide acometer cualquier medida con fundamento, ahora son meros espectadores del devenir, del día a día del club. Tampoco nada esperanzador que esperar del llamado administrador concursal. Para él el Ademar es un asunto mercantil-administrativo más: Números, cifras, reglamento concursal, etc, etc. Y se acabó. El día que tenga que bajar el pulgar para liquidar al Ademar como empresa lo hará. Por cierto, dos apuntes hicieron saltar mis alarmas personales: Si en unos primeros momentos se dijo que la deuda ronda los 900.000 euros es que es mucho, bastante más, de largo más de un millón. Cuando se reconoce una deuda siempre, absolutamente siempre se declara mucho menos de lo que realmente es. Y segundo, cuando el todavía presidente del Ademar declaró que un concurso de acreedores no tiene que ser (para el Ademar) su desaparición me eché a temblar del todo. En ese mismo momento empecé a pensar que las horas, los días o las semanas del Ademar estaban contadas.

En este estado de cosas ¿qué hacer? se preguntarán los que quieren más vida para el Ademar, o sencillamente los que no quieren asistir a la muerte de otro símbolo, y bien majo por cierto, de León. Cualquier cosa y cuanto antes, el tiempo apremia, y por no tener no tenemos ni un solo aspirante a esa nueva Junta Directiva que debería salir de las elecciones de mediados de mayo. Porque, por si alguien lo está pensando, de las llamadas instituciones hay que decir lo mismo que de la directiva de Carlos Pollán: Ni están ni se las espera. La Junta tiene cerrado el grifo para cuestiones como ésta. La Diputación hace lo justo, no sé, lo necesario, tampoco. Y el Ayuntamiento tiene su fenomenal deuda y ningunas ganas de cambiar de estilo como mejores escudos para no afrontar el problemón que le supone el Ademar. Esperar que desde Poridad se emprenda cualquier tarea a favor del Ademar es no saber lo que ha pasado en los dos últimos años, por no irnos más atrás. Ya decía al principio, que se anuncia una muerte rápida, fulminante y silenciosa. Con lo del silencio no estoy de acuerdo, así que en la medida de mis posibilidades, de nuestras posibilidades si vamos juntándonos unos cuantos, hay que intentar, lo dice Cadenas y lo dice hasta el sentido común, que el Ademar, que este club, que claro que también es más que un club (no hay que asistir más que a un partido de «Champions» para darse cuenta) no sea sólo historia antes de que termine esta primavera. Seguro que hay más de una persona, de dos y hasta de tres que estarían dispuestas a liderar, encabezar, o como queramos decir ese futuro inmediato del club, del equipo, y hasta del Colegio Maristas, nunca hay que olvidarlo, para que no tengamos que arrepentirnos cuando ya no haya remedio, y apenarnos por haber perdido o dejado perder ni más ni menos que una de las señas de identidad de esta ciudad y de estas tierras.

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