Diario de León

LA 5.ª ESQUINA

Anécdotas tricolores de aquí y de allá

Publicado por
JESÚS Á. COUREL
León

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En este abril de añoranzas republicanas, bien caben un par de anécdotas de las crónicas parlamentarias de aquella época escritas por el periodista Wenceslao F. Flórez. En 1903 le confiaron la dirección del Diario Ferrolano , cuya tarea más importante era defender para diputado a cortes al general del Cuerpo Jurídico de la Armada, Sr. Mille, en contra del Correo Gallego que defendía al general del Cuerpo Jurídico de la Armada, Sr. Moreno. «Unas veces triunfaban ellos y otras nosotros», dice y añade que los dos generales, aunque uno se denominara liberal y el otro conservador, «eran exactamente iguales». Si cuando llegó la Dictadura de Primo de Rivera, los artículos eran suprimidos por el censor —bajo la afirmación de ser un poco «demoledores»—, cuando advino la República, el periódico desapareció por orden del Gobierno.

En su criterio, el español vive en una ignorancia cómica, rica en anécdotas, mientras los políticos gobiernan por sugestión. «Somos ovejas y éstas no engendran pastores». El buen pueblo ignora los deberes y derechos contraídos y obedece las órdenes de los gobernantes, con ánimo de contentarles, pero sin saber aplicar la conducta correspondiente. Así del laicismo republicano contaban la anécdota de aquel secretario del juzgado de Marbella al que llamaron a altas horas de la mañana. ¿Quién es?, inquirió el hombre. Señor fulano, clamó una voz angustiosa, el chico que tuvo la señora zutana está gravísimo y se va a morir. ¿Y qué quieres que haga?, le respondió el secretario. La voz suplicó apremiante: Que venga usted enseguida a echarle el agua por lo civil.

El laicismo también acabó con los espectros en un país rico en esta materia, si no que se lo digan a Cunqueiro, que solía volverlos a este mundo en forma de cuervos u otros animales. Cuervo fue Figueiras, gran pleiteante, que se apareció a su mujer para decirle: Tú sigue con el pleito, Gumersinda, aunque no se libró de volver a la tierra en una caja de mantecadas de Astorga. Otro fue Soleiro, aparecido sobre un delantal que envolvía una hogaza de Mondoñedo, aunque la mujer lo reconoció enseguida «tanto por la forma de hablar como por la tos», máxime cuando le insistió en no vender unas fincas que tenían por El Castro. A Flórez también le visitó en el periódico un fantasma que quería poner un anuncio de disculpa ante su clientela, por no salir en la noche de Ánimas. La proliferación de ateos y cementerios civiles avivaron su renuncia a vagar por los caminos esa noche. Y más si el gobierno les obligaba a dar vivas a la federación de izquierdas republicanas, en vez de arrastrar cadenas y lanzar lúgubres aullidos… Había que hacer algo.

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