Diario de León
Publicado por
Pedro Trapiello
León

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Tiene que esconder mucho secreto y bastante gracia el hecho de que un país como España se proyecte al planeta como cabeza de la más alta cocina internacional (aquí está hace una semana «el mejor restaurante del mundo», El Celler de can Roca) y tenga a la vez la palabra hambre haciendo colas en los comedores sociales de la caridad o en los contenedores de lo pocho y la basura.

Alta es la cocina pija.

Baja es la hoguera de paja.

La lumbre es lo último que pierde el desgraciao (que no tiene gracia o se la roban)... y no hay imagen más descorazonadora y descriptiva de la ruina o la miseria que alguien cocinando a la intemperie... sin techo.

La helada estampa nocturna de dos pobres bajo un puente asando en una hogueruca un choricillo petado en un palo o cociendo una alpargata en una lata de escabeche es muy socorrida en viñetas, cines o literaturas... el crack de 1929, por ejemplo, es un oscuro solar de un barrio neoyorquino con un bidón donde arden leñas o gomas y, calentándose alrededor, un corrillo de desempleados que maldice su suerte o trama una rebelión indignada que no pasará de dar un palo al súper más cercano saqueando medio botellero para pillarse un pedo catedralicio que les coloque en el umbral del olvido total o en el delirio tremendo de ver volar elefantes de caramelo o banqueros con los bolsos rotos.

Hogueras... lo primero que devora un país pobre es su bosque. La leña es el único combustible en las tierras de hoguera baja. Haití es una muestra, selva pelada... y pelona fue la postguerra española: el hambre y la pobreza se tiraron a todo monte donde había roblón para traviesas, leña para carbón o encinas para nada... se taló a mansalva.

Confiemos en que esta crisis no nos empuje a tal, pero «la penuria que no cesa» también hoy puede zampar montes al recortar gastos, guarderías, servicios forestales... y cuando en pocos meses se hagan hoguera nuevos montes, iremos todos de noche a calentarnos alrededor (como bidones del Bronx), maldiciendo nuestra suerte, exigiendo cantimploras... y emborrachándonos con telediarios de Rtve.

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