Diario de León

Publicado por
quinidio martínez miembro de la plataforma en defensa de lo público
León

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All of me, why not take all of me?... se preguntaba Billie Holyday al ritmo del piano de Bobby Henderson, y yo también me lo pregunto con cierto aire tristón: ¿por qué no te quedas con todo de mí?... La diferencia es que Billie se lo preguntaba a su no correspondido amor y yo se lo pregunto a mi empresa. Dicho así, cualquier trabajador de este país que tenga la suerte de tener empresa todavía, en estos momentos, podría suscribir tan derrotada pregunta, pero mi empresa es diferente.

Sí, soy funcionario, y si por algo se caracteriza mi empresa es porque sus legítimos propietarios, los Ciudadanos, han elegido mal a sus mandos intermedios, los políticos, a quienes han entregado su dinero para que lleven a cabo la gestión de eso tan esencial y, al mismo tiempo, tan ambiguo denominado «lo público».

Este error, imperdonable en la empresa privada, en la que no se les ocurre pasar por alto determinados asuntos turbios, equivocados o torticeros y siempre multimillonarios… ¡Qué fácil es disparar con balas ajenas! sin echar a la calle a tan inútiles gestores; en «la cosa pública» parece no sólo tolerable sino que puede pasar inadvertido para los legítimos dueños de lo público, insisto, los Ciudadanos, que sí pueden y deben actuar expulsando a esta purrela con criterios de la empresa privada, porque, además de habernos robado a manos llenas sin ningún tipo de pudor, al paso que vamos, nos pisarán la cabeza y les daremos las gracias.

Nos han hecho creer que lo público no es de nadie para apropiárselo Ellos y gestionar al servicio de intereses espurios el dinero de todos, y han llegado a hacerlo incluso con una arrogancia increíble. Pues no, lo público es de los Ciudadanos, mis legítimos jefes, que serán los que tengan que pedir explicaciones sobre la gestión y, por lo que me toca, tendré que explicar que tras más de veinticinco años de esfuerzo malogrado, ahora me dirijo a ellos para pedirles que tomen todo de mí y, sobre todo, que interioricen, de una vez, que lo público es suyo y exijan responsabilidades a quienes realmente las tienen.

Ya no reconozco la legitimidad de los «mandos intermedios», que son legión y que se han encargado, en una estrategia sorda y prolongada en el tiempo, de separar a los Ciudadanos de quienes ejecutamos la gestión pública y de intentar (con éxito en la mayor parte de las ocasiones) sembrar las profundas raíces del desprestigio profesional, porque no les interesa, de ninguna manera, que la ciudadanía cambie el chip y les exija explicaciones a Ellos, a los intermedios.

Ni soy mejor ni peor trabajador que nadie, sólo sé que cuando yo entré a formar parte de este tinglao de lo público lo hice medianamente bien formado, con gran ilusión (no por descarte) y con unas expectativas profesionales legales y plausibles que se fueron desmoronando poco a poco con el transcurso de los años por mérito de la hiperpolitización y de la partitocraria que se burlan de la sociedad señalándome como el culpable de tamaño desaguisado.

Pues las cosas, queridos Ciudadanos, no son así, la puritita verdad es que mientras ustedes pagaban religiosamente sus impuestos, tasas, multas, etcétera, y, por ende, nuestra gestión, Ellos, los mandos intermedios, se dedicaban sutil y no tan sutilmente a desprestigiar mi humilde trabajo, a enfrentarme a ustedes, al mismo tiempo que se montaban un inmenso e incontrolable chiringo a base de mamandurrias infames (me encanta la palabra, Espe…) y a campear, cual elefantes por cacharrería, por lo nuestro, por lo público, como si sólo fuera suyo.

Por cierto…, modificar un contrato con cláusulas leoninas, y sin el consentimiento de la otra parte, ¿no es una estafa?, y la estafa… ¿no es un delito?...

Y desprestigiar con explícitos descalificativos el trabajo de otra persona ¿no es un concurso ideal de delitos en el que se concitan la calumnia y el delito contra el honor?... Porque sí, también existe el derecho al honor profesional.  

En fin, estoy cansado y humillado, y espero pacientemente mi jubilación, que… ¡vete tú a saber cuándo!…  para irme de hippie a Altea o a mi pueblo y llevar una apacible existencia vendiendo piedras en la puerta de la iglesia, sin confesar jamás que mi vida profesional, como funcionario, fue un perfecto desastre; es más… no confesaré jamás que fui funcionario. Pero me están dando tiempo, y estoy pensando… ¿tiene jurisdicción penal algún tribunal internacional medianamente prestigioso? Mientras lo miro, queridísimos Jefes, Ciudadanos, sí, vosotros que me pagáis con vuestro dinero para que gestione lo público, vosotros sí tenéis derecho a tomar todo de mí.

Baby, take all of me.

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