Diario de León
Publicado por
césar gavela
León

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Leo un duro dato demográfico: de seguir las cosas como están, en 2050 más de la mitad de los habitantes de la provincia de León superará los 65 años de edad. Nuestra tierra será para entonces una vasta demarcación del olvido poblada por ancianos, venerables o no, que marcarán el ritmo y la melancolía de estos valles, montañas y llanuras.

Habrá un niño por cada media docena de personas mayores. Habrá un matrimonio joven por cinco parejas de viejos. Será la vida al revés, pero seguirá siendo la vida. Y no solo eso: tal vez será un anticipo del porvenir de todo el planeta para cuando la medicina y el progreso consigan que la mayoría de las personas lleguen a los cien años con total naturalidad.

La vejez será a partir de entonces el tiempo principal de los hombres y las mujeres. El de su profunda plenitud. También el de un humanismo austero y sabio, favorecido por la tecnología. Porque tendremos constante acceso a la mejor literatura, al mejor cine y música del mundo en algún chip integrado en el cerebro. El amor, el dulce amor entre mujeres y hombres y en otras combinaciones legítimas sería, muy probablemente, el principal quehacer de esos miles y miles de ancianos de aspecto cada vez más vigoroso.

Será un futuro nada apocalíptico, sino sobrio y feliz. Con ciudades de población decreciente. León, pongamos, andaría por las cincuenta mil almas en 2090, y Ponferrada por las veintitrés mil. En las urbes vivirían los pocos niños, los jóvenes y los adultos de mediana edad.

En los ámbitos rurales se irían construyendo enormes y cómodos falansterios acristalados donde residirían en comunidad –y con su intimidad a salvo- los ancianos, quienes acabarían siendo los verdaderos protagonistas de la vida pública. Los escasos mozos provinciales, unidos a los inmigrantes venidos de los países paupérrimos del Sahel africano o de las mesetas afganas trabajarían en los falansterios, donde acreditarían su cívica propensión a la sonrisa y su gozo por tener un empleo pagado digna y puntualmente.

Será un nuevo mundo. Donde los ancianos se irían despojando bellamente de sus estereotipos. Y no solo eso: al ser mayoría en la provincia, decidirían las elecciones y marcarían el paso político de esta región. Que pasaría a ser más mesurado, intelectual y cívico.

Fiables y cómodas ambulancias recorrerían las comarcas leonesas llevando a los ancianos desde los falansterios a los hospitales. Pero también habría autobuses para acercarlos a las funciones de ópera, a los conciertos y al teatro; a ver exposiciones o a participar en admirables lecturas poéticas.

La vida económica será modesta, pero muy beneficiada por las nuevas fuentes de energía que se irán descubriendo en el futuro. Un solo trabajador cualificado podrá mantener a seis ancianos lectores de Marx o de Antonio Pereira. Y todo será intenso y todo será leonés, extrañamente.

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