Diario de León
León

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En el Ayuntamiento han recibido a parte del reparto de Tarzán. El musical, que llegará en marzo al Auditorio Los elefantes, como no cabían por la puerta, esperaron fuera. Al parecer, la historia va de un bwana ricachón que quiere llenar la selva de supermercados a cielo abierto, para vender a los animales todo aquello que hasta entonces cazaban por sí mismos o recogían de las ramas de los árboles. La historia me suena, quizá sea porque las de Tarzán se parecen todas. Y se nos contará cantando, como debe ser en estos tiempos dickensianos. Por cierto, el actor se personó en el consistorio con su ropa de faena. Un héroe de las tablas. Robert de Niro también lo hubiese hecho, lo sé, pero con bufanda y gorro polar. En mi infancia, Tarzán no cantaba, salvo que consideremos tal al grito que lanzaba en las lianas cuando le dolía la hernia. Qué gran personaje y qué dominio del infinitivo. En cambio, el Zorro siempre me pareció un poco posturitas, vamos a expresarlo así. ¿Y Maciste? Un tarambana. ¿Y los tres mosqueteros? Unos cursis con florete. En cambio el personaje de Borroughs, ejemplo de héroe campechano, hasta el taparrabos se lo caza él mismo. Si mata a un cocodrilo no es para regalarle un bolso a Jane por San Valentín, sino porque lo exige el guión. Es de natural lacónico, salvo cuando tras haber abusado de la guindilla le entra la ciclogénesis explosiva.

Y vuelvo a insistir. Tenemos que estrenar un musical sobre el Reino de León antes de que se nos adelanten los americanos, como les ocurrió a los manchegos con «El hombre de la Mancha». Los americanos o los de Valladolid. Pero del leonesismo y su pancarta escribiré otro día.

Que se levante el telón de los buenos sueños. Ninguna pesadilla ha sido capaz de silenciar la necesidad humana de cantar y cantarse. Tarzán no es leonés de nacimiento, pero parece no sólo un héroe de aquí sino de ahora. Hay que tener la piel de coco para personarse en taparrabos, en Broadway hubiesen puesto cualquier excusa. Por ello, no me extrañó cuando anoche llamó a mi puerta, entre toses y estornudos: «El doctor Livingstone, I suppose ». Le aclaré: «No, es en el mismo piso pero de la otra escalera». En León, tarzanadas las justas. Y más en febrero.

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