Diario de León

TRIBUNA

Oposiciones y maestros en la mirada crítica

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Al hilo de las informaciones sobre la carencia de muchos profesores me atrevo a decir que resulta interesada y partidista esta publicación de datos que normalmente permanece en el silencio. Quizá haya un intento de justificar ciertas medidas en la Enseñanza. Y creo que se deben tomar no por estos datos sino porque la selección debe hacerse con rigor y con la máxima objetividad. La oposición es el procedimiento menos malo de los inventados y experimentados, incluso en cualquier ámbito de la vida. Otra cosa es que se llegue a un proceso más acorde con el objetivo final. Si queremos unos profesores buenos debemos primar la didáctica, aunque, claro es, los contenidos se presuponen. Nadie puede enseñar lo que desconoce. Pero sabemos de grandes lumbreras que no son capaces de transmitir ese caudal de saberes que atesoran.

Mi experiencia como miembro de tribunales de oposiciones —hasta en ocho ocasiones me tocó en suerte— me avala para decir que la prueba más importante es la didáctica, es la de observar cómo comunica al alumno tal o cual persona. Y eso un tribunal de cinco miembros lo capta. Lo aseguro. También digo que no hay demasiada gente que nos seduzca por ese lado. La mayoría de los que se presentan manifiestan un grado normal de manejo de la didáctica, por lo que, en ese caso, la originalidad y los conocimientos pesan más que nada. En su día manifesté que en las oposiciones a maestro o profesor bastaría con la prueba de «dar la clase» para elegir a los más idóneos. Debemos presuponer que el profesor está suficientemente capacitado en los contenidos si la universidad le ha dado el visto bueno en ese sentido. De hecho el Ministerio de Educación lo intentó una vez, pero ha vuelto a las andadas. Se ve que no quedó del todo satisfecho, ignoro por qué.

Soy partidario de una sola prueba, la didáctica, para seleccionar al personal docente. Y luego, quizá, un seguimiento de ese profesor durante el periodo de prácticas, actualmente de seis meses. Inspectores hay que pueden asistir a sus clases y corroborar o no la aptitud del elegido. Me parece mejor procedimiento éste que el puro examen o las meras notas del currículo. Uno puede ser una eminencia en el estudio y sin embargo ser negado para la docencia, como indiqué antes. Quizá su lugar puede estar en un laboratorio, en la investigación, etc., pero no en la enseñanza.

En la enseñanza debe prevalecer la transmisión de contenidos y en un segundo lugar la educación de la persona. El alumno acude a clase para que otro le explique materias que le servirán para su completa formación. Se supone que el profesor domina la materia. Se supone que el profesor ayuda al alumno a estudiar esa materia, le ayuda a entender las dificultades para asimilar los contenidos. No es solo una mera transmisión de conceptos —para eso bastaría el libro de texto—, sino que el profesor debe añadir pautas para que entienda lo mejor posible las complejidades anejas a las materias. Es decir, no basta con que sepamos mucho, hace falta facilitar herramientas para que el alumno vaya avanzando cada vez con más autonomía. Esto es, el profesor debe incluir en su bagaje, además de un dominio de lo que dice, una didáctica que le permita al alumno el progreso autónomo.

Y no comulgo con la dedicación cada día mayor a resolver problemas de disciplina. Descarto esa tarea. La didáctica no tiene que ver con el comportamiento en el aula. Se supone que el alumno es educado, viene educado de atrás —de casa, fundamentalmente—, y en clase atiende a las explicaciones y trata de entender lo que se le exige. La didáctica que esgrimo es la que se refiere a hacer entendible la materia al alumno y a facilitarle instrumentos para que sea capaz de resolver las dificultades. Por eso, que el profesor pierda el tiempo en llamar la atención no deja de ser un estorbo más en la enseñanza de hoy. Parece más propio de una guardaría, en la que se persigue la concordia por encima de todo. Esa fase debe quedar muy atrás, fuera de las aulas.

Y defiendo, por cuanto he dicho, la oposición como el método menos malo para el trabajo. Los expedientes, las entrevistas, etc. están bien, pero una vez que hemos pasado por la oposición. Tampoco es de recibo el actual sistema de oposiciones en el que prima más que nada la experiencia. No puede ser que opositores que han sacado brillantes notas, que han sido el número uno de su tribunal, se queden sin plaza. Algo falla. Sería más lógico aplicar los baremos de méritos —cursos, experiencia, etc.— una vez otorgadas las plazas. En todo caso, esas personas que siguen siendo interinos a través de bastantes años podrían «merecer» otro trámite si la inspección lo cree conveniente. Y no me refiero a regalarle la oposición, sino a un trato diferencial en función de su «buen» hacer. De todos modos, no veo fácil la salida en estos casos de persistencia, casos esporádicos y que no deberían impedirnos una visión del conjunto. La alternativa a la oposición, generalmente es el «dedo» y todos sabemos adónde conduce.

tracking