De gentleman a hippie en un momento

No se es buen bañezano, así se entiende allí, si al menos una vez en la vida no se juega a las chapas y no se tiene la saludable costumbre de disfrazarse por Carnaval. La imaginación y las ganas de diversión no tienen límites en vísperas de Cuaresma en la villa donde confluyen los ríos. Y para dar ejemplo, el primero la máxima autoridad municipal. José Miguel Palazuelo se decidió para la ocasión por una especie de frac-chaqué y se cubrió con bombín con motivo del pregón y de la proclamación de la musa. Una buena elección para un acto institucional que sin embargo no debe ser estrictamente serio ni tampoco lo contrario. El impecable gentleman del sábado, que no tiene por constumbre salir el Martes de Carnaval, sí lo hace —y así lo hizo— la noche y la madrugada anterior, pero casi pasó inadvertido para el gran público porque el atuendo y la caracterización lo hacían prácticamente irreconocible para sus propios vecinos, sobre por el enorme contraste entre los personajes elegidos. Convertido en divertido, colorista y libertino hippie, Palazuelo fue uno más en la gran fiesta de su pueblo, aban-

donando otra vez el triste disfraz de político que otros llevan puesto todo el año, incluso en los días de don Carnal.