Diario de León

MARINERO DE RÍO

Los chicos del burger

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Pone proa a la Rúa el marinero y se topa con el naufragio. Es insospechado el destrozo y por eso echa rápido el ancla y dedica un rato a inspeccionar el panorama desde la amura de estribor, intentando comprender. Se rasca la nuca y recoloca la gorra de secano, y lanza la mirada a todos los vientos: el desastre se compone de un oleaje de bolsas y receptáculos con el anagrama de una conocida cadena de comida rápida, y de envases de bebida abandonados aquí y allá: en la calle, en los portales cercanos, sobre la torreta que permite el paso de vehículos al casco antiguo... y a la mente del tripulante llegan, por similitud lógica, las meriendas rituales de los caníbales polinesios que contemplara en sus viajes lectores o el paso desbandado de una turbamulta de ñus.

Pero como ambas especies viven en latitudes muy lejanas con respecto a estos adoquines, el argonauta cazurro recapacita y en pocos minutos halla respuesta: los causantes del desorden se encuentran delante de él, sentados en pequeños grupos y riendo entre las inmundicias que ellos mismos arrojan. Nada en su vestimenta le hace pensar que se trata de indigentes o de salvajes —todo lo contrario—y lo más sorprendente es que justo enfrente se alzan dos grandes contenedores —imposible no verlos— y a menos de diez pasos, una solitaria papelera.

De verdad que algo muy hondo se ha roto en esta sociedad cuando el sencillo gesto de depositar un envase en su lugar ni se les pasa a estos guajes por la cabeza, cuando el único acto de rebeldía del que parecen capaces consiste en arrojar un bote de plástico al suelo y cuando la huella de su paso y su reunión se reduce a una ristra de rincones mugrientos.

Una amable lectora me contó de un comportamiento similar en el portal de su casa. El estropicio eran tan grande que un día se armó de valor y se puso a hablar con ellos. Encontró recelo al principio; después, sorpresa. Perseveró y acabaron dialogando de música y política, de amor y actualidad. Pregunta: ese gesto, ¿lo habrán intentado sus padres?

Porque no naufragan estos grumetes desorientados, no, es el barco donde navegamos todos el que se va a pique.

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