AL TRASLUZ
Devorando a Saturno
Vi hace muchos años en televisión El desencanto , quizá en La Clave . Recuerdo el gesto de repulsa de mi padre. La misma no se la producía tanto la exhibición pública de miserias privadas como la ausencia total de piedad. La familia Panero era en sí misma un exilio interior, lejos los unos de los otros como si no vivieran en el mismo país. El progenitor no podía defenderse ya de las acusaciones de sus hijos, tampoco pedirles perdón. Lo único incuestionable en el documental era su extraordinaria calidad cinematográfica. Kafka escribió Carta al padre para ajustar cuentas con su progenitor. Dalí le escribió al suyo otra no menos célebre: impregnó una cuartilla con su esperma y anotó después en la misma: «Te devuelvo lo único que te debo». Nada nuevo. Caín golpeando con una quijada de reproches a Adán.
Pero el arte ofrece otras catarsis. Dickens sufrió una herida en su infancia que —según contaría después él mismo— no cicatrizó jamás, pues ni siquiera sentirse querido por miles de lectores repartidos por el mundo le pudo compensar de aquella aflicción. Siendo un niño, su padre fue encarcelado por deudas y para saldarlas el pequeño Charles tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica de betún, en horarios que excedían tanto sus capacidades físicas como las psíquicas, produciéndole un sufrimiento insoportable. Cuando salió de prisión, el futuro escritor escuchó a escondidas una conversación entre sus progenitores en la que ambos acordaban que siguiese trabajando en dicha fábrica. El autor de Grandes esperanzas contaría mucho después que aquella decepción le produjo un corte tan profundo que nunca cicatrizó. Pero él con aquel dolor hizo algo muy diferente al que los Panero hicieron con el suyo. Diferente en lo estético, pero aún más en lo ético. La herida de Dickens nunca dejó de sangrar, pero no supuraba pus.
Finalmente, mi padre añadió a su repulsa una frase de compasión hacia aquellos hijos devorando a Saturno como venganza por haber sido devorados antes por él. Posiblemente, los retoños de Panero podían leer a Dickens en inglés... pero sin entenderlo. No somos nuestras heridas, sino lo que hacemos con ellas. Descansen todos en paz, allí donde ya pueden perdonar y perdonarse.