Diario de León
León

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Tengo escondida la primavera entre las hojas de un puñado de libros, en la estantería más alta de casa, para que no me la puedan robar. El refugio en el que diseco entre letras un par de rosas que no sé dónde robe una noche, un trío de tréboles de cuatro hojas que me han traído toda la suerte que me acompaña, cuatro margaritas en las que sobrevive huérfano un pétalo que no me atreví a arrancar por miedo a que se cumpliera y seis capilotes con el casco amarillo rendido de tanto luchar. El esperanto de un lenguaje de signos que nos alimentan la boca ahora que alborean las semillas sobre los surcos, nos revienta los labios de besos y nos da las pistas sobre cómo soñar. El aroma de un mundo que despierta entre los mantos violetas que tienden como oraciones las urces sobre los montes, donde encaman las perdices y las liebres se cansan de esperar. Una estación para los deseos mecida en los compases de los tambores y las trompetas de la Semana Santa, prologada por las túnicas talares que rasean sobre las calles jaspeadas de rocío, borrachas todavía del orujo con el que Genaro nos bautizó. Esa pasión primaveral con la que las rapazas se abrigan el pecho con la carpeta por las mañanas cuando van de camino a clase. Esas ganas de que todo llegue ya.

Pero aquí, amura la primavera todavía en la esquina, que es su sitio natural, prostituida por un invierno que no tiene intención de escampar hasta septiembre. La atonía en la que escribir se vuelve una costumbre de ocres, una rutina de pesimismos, una crisis de la que no salir. Un bucle de noticias en el que encontrarse que Cruz Roja ha gastado en un trimestre todo el dinero que tenía previsto para atender las emergencias de las familias leonesas este año, que a los deudos de Antibióticos ya no les queda ni paro con el que atenuar otro ERE, que el poco empleo que se crea en esta provincia pende del hilo esclavo del telemárketing. El escenario en el que se ceba la necesidad de que tire del norte y la tormenta barra este aire viciado, esta tensión del ambiente, esta inercia de políticos de nunca empezar, estas castas sociales endogámicas que se repiten, por los siglos de los siglos, amén. Esta tierra en la que el domingo pasado se recibía con palmas al salvador, antes de ayer se le crucificaba y, si no fallan los cálculos, hoy debería resucitar.

No recuerdo ahora el libro… Era primavera…

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