Diario de León
Publicado por
manuel alcántara
León

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Se dice que la información es poder, pero se omite divulgar que ese poder se restringe a buscarle un lío a otros, o sea a poder fastidiarles.

Google, que tiene un eufórico nombre que recuerda el de hacer gárgaras, sufre la prohibición de Bruselas. Los eurogolfos y otros honrados cómplices piden que se retire toda clase de «enlaces dañinos para la reputación».

Ciertamente abundan los calumniadores, pero no es menor el número de los que calumnian diciendo la pura verdad y publicando sus propias impurezas.

La intimidad ha muerto y a lo más que pueden aspirar las personas públicas es a librarse de que todo el mundo conozca su vida privada.

Estamos confundiendo el derecho a la información, que es sagrado, con la apestosa libertad de hacer submarinismo en el bidé de todo el que sea medianamente conocido. Con el truco de que despierta la curiosidad, no le dejan dormir en paz. No sabemos si al llamado ‘gran público’ le interesan verdaderamente estos minúsculos episodios de los ‘famosos’, pero sabemos que algunos personajillos son famosos porque le interesan al gran público.

En algo hay que entretenerse y nada más ameno que investigar la conducta del prójimo, aunque en vez de próximo sea alguien lejano. No hay que despertar la curiosidad de nadie, porque nunca duerme. Se pasa la noche desvelada enterándose de cómo los políticos de mayor relieve han conseguido ser millonarios en euros, partiendo de la pobreza relativa y sin más armas que la oratoria. Eran todos gentes muy prometedoras y han llegado a serlo posteriormente. ¿Qué no habrán hecho por España? Algunos dieron su vida y otros dieron discursos.

Eso de retirar lo que Bruselas denomina «enlaces dañinos para la reputación» está muy bien, siempre que no equivalga a prohibirnos a todos meternos en lo que más nos importa. La verdad es que nos faltan datos. ¿Cómo se las han arreglado algunos para pasar de la noche oscura de la dictadura a la resplandeciente aurora de la democracia para hacerse ricos, ricos de verdad? Ese es el milagro español. No creen en él, ni en España, ni en Bruselas. Solo en los bancos de Suiza.

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