Diario de León

CUERPO A TIERRA

Caras de aquí mismo

Publicado por
ANTONIO MANILLA
León

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Crisis significa cambio. ¡Y tanto!, dirá alguno, tocándose la famélica cartera que comienza a criar telarañas. Pero, empleado en términos económicos, crisis es un eufemismo deshumanizado. Carece de cuerpo, tronco y extremidades. No le ponemos cara. Andorreando por el Paseo de Papalaguinda, uno ve lentas parejas agarradas, caminantes de paso ligero, misiles de color fosforito que pasan sudorosos y jadeantes a su lado como recién salidos de una interrupta cita de amor furtivo. En ninguno de esos ciudadanos alcanzamos a adivinar la tribulación propia del que anda canino. No son rostros tocados, aunque sea de un modo incipiente, por la necesidad o la carestía. Tal vez sí por la preocupación de un incierto mañana, pero cuándo no ha sido imprevisible y amenazante el futuro. Y como uno sabe de la dificultad de las artes interpretativas, intuye que no se trata del teatro de la dignidad, aquel por el que los hijosdalgos cervantinos se echaban migas por la barba para aparentar que habían comido.

Para ponerle cara a la crisis hay que mirar a los ojos a la pobreza. Y llamarla por su nombre. Sentarse a su mesa es ya algo privativo de periodistas de raza como Fulgencio Fernández que luego levantan una crónica de palabras ácimas y lágrimas que fermentan en el alma. O de cooperantes, civiles o religiosos, anónimos todos, que cada día hacen entrega del oro de su vida en comedores sociales, regalando un tiempo que es más valioso que cualquier otro, teniendo que escuchar acaso debates estériles sobre si solidaridad o si caridad. Pero los simples mortales podemos hacernos una idea de esa onda expansiva de la pobreza que nos está barriendo, aquí y ahora, simplemente valorando los datos de Cáritas León, que el curso pasado atendió a más de cinco mil personas, que ha tenido que multiplicar por seis sus ayudas económicas a familias para necesidades básicas como agua o calefacción.

Ahora que la eterna novedad del mundo, que dijo el poeta, amanece teñida cada jornada con la negra sombra enlutada de la pobreza, atrevámonos a mirarle a los ojos. Ella es la novedad. Y hagámoslo sin ponerle el apellido linajudo de la crisis. El reconocimiento del problema es el primer paso para la toma de decisiones. Ponerle caras a la pobreza, el primero para plantarle cara, en la medida de nuestras posibilidades, aquí mismo.

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