Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

Viene la gente a ver a José Tomás convencida de que uno de estos días se les aparecerá en medio del albero Santiago Nasar, con su «rostro de sarraceno con los rizos alborotados, más bello que nunca», como lo describió García Márquez para descabellar aquella crónica de una muerte anunciada. Me cuenta un amigo por la calle que busca una entrada porque no sabe cuándo será la última cogida, que puede ser aquí y no se lo quiere perder, como si esperara colarse en la historia por haber aparcado el coche delante del edificio Dakota para aguardar a la salida de John Lennon. Pero más allá de los curiosos, la liturgia abarrota la ciudad de aficionados que vienen al coso del Parque como apóstoles de una religión nueva, mientras deshojan las cuentas de un rosario en el que cada estatuario del diestro de Galapagar fuera un padrenuestro, cada verónica un avemaría cuajado de mujeres tocadas con mantilla que muerden el pañuelo blanco bordado de arabescos, con puntillas en las esquinas, y se abanican para esparcir su perfume de vainillas por el callejón. No tiene miedo, me relatanlos entendidos del toreo. Un día lo va a matar un toro; figúrate que fuera aquí, me insisten, con la imaginación puesta en un viacrucis que haría parada en Linares, Pozoblanco y León.

El morbo hace caja en las taquillas de la plaza y en las reventas por internet, donde la empresa Bic se ha metido en el Ibex 35 a fuerza de tanta ofertas de bolígrafos que valen 1.500 euros y traen de regalo una entrada para ver a José Tomás; una argucia legal para los maletillas del estraperlo. Un faena como la que harán entre ayer y hoy los hosteleros y hoteleros que cobren por una comida y una habitación lo que no ganaron en todo el mes, espoleados por la demanda de un turista caro al que no entienden que es mejor fidelizar para el futuro que sangrarlo ahora. Un pase como el que ligan tanto personaje, político y allegados que hoy se meterán en barrera invitados por la autoridad competente, sin pagar el asiento, ni saber siquiera diferenciar una montera de un tricornio, ni un morlaco de una mulilla de arrastre.

Ajeno a este espectáculo que incentiva como con desgana, que le reporta fieles entregados con pedigrí y posturillas de salón, José Tomás, con el mechón ceniciento como si se prepara para una infinita Cuaresma, se juega la vida esta tarde entre tanta muerte que le anuncia.

 

tracking