Diario de León
Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Esas miradas. Sobre todo, esas miradas que yo no sé si compararlas con las de un inuit o un bereber cuando un occidental hace acto de presencia. Ese detenerse en seco, ese achicar y focalizar los ojos y luego clavarlos fijísimamente en uno como si no creyera lo que está viendo, como si fuera imposible que ahí, en esa calle del pueblo, se paseara un semejante, una criatura de su especie que no es ni el frutero ni el panadero que chifla unas cuantas veces por semana. A un marciano que hubiese aterrizado en los maizales procedente de la galaxia Andrómeda no lo mirarían con mayor extrañeza.

Las actitudes que uno se encuentra, hoy, cuando camina o explora los —tantos, tantísimos— pequeños pueblos leoneses (¡y sobre todo si es entre semana!) inquietan y alarman por la terrible involución del medio rural que demuestran. Si hace un par de décadas al viajero se le recibía con curiosidad y ganas de palique, ahora el recién llegado debe vencer un formidable y a veces insalvable muro de resquemor y desconfianza si decide adentrarse en él sin sherpas locales.

La despoblación no es sólo ausencia de gente, y soledad y no pocas noches de miedo para los que se quedan. Es desandar pasos, descivilizar. Es un apartar a la gente de las rutas de la modernidad —esas que tanto llenan la boca a reyes y políticos, la época de mayor prosperidad de la que hablan es la misma que ajustició estos páramos y estos valles—, es sumir a los escasos supervivientes entre la maleza de la inhumanidad. La despoblación son perros ladradores y furibundos, es desgana, fealdad, queja continua, inseguridad, falta de servicios y ceñudos vecinos hechos dueños de pueblos con apariencia bosníaca o kosovar. Un salvaje oeste en el que los ayuntamientos, salvo honrosas excepciones y para más inri, apenas lanzan apuesta imaginativa alguna, sólo aulas arqueológicas imposibles de visitar, delirantes fuentes con sirenas y polideportivos de película de terror.

A veces dan verdaderas ganas de entrar en estos pueblos agitando un pañuelo blanco y gritando: ¡ journalist !, ¡amigo!, ¡por favor... no disparen!

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