Diario de León
Publicado por
manuel alcántara
León

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Érase una vez una criatura que para pasárlo bien le bastaba con quedarse a solas con ella, pero eso tampoco le satisfacía. Ana María Matute necesitaba darse a todos, especialmente a los niños, que siempre fueron sus contemporáneos de por vida, sin excluir a los mayores que coincidimos con ella en épocas que ahora nos parecen remotas. Era mucho más que una escritora para niños: era una escritora. No tenía que ponerse en el lugar de ellos, porque jamás lo había abandonado. La conocí en el legendario Café Varela de Madrid, con Rafael Azcona, Mingote, Eduardo Alonso, Manolo el Pollero y otras personas inolvidables que sólo algunos recordamos. Era una mujer hermosa y herida. Su primer marido era no sólo difícil, sino impasible. Cuando hablaba de Eugenio de Goicoechea, años más tarde, distribuía entre su marido el malo y su marido el buen y ella, que ponía también los adjetivos, los seguía usando como todo el mundo puede entenderlos. ¿Qué pensaría hoy si pudiese leer el periódico donde se le dedican varias páginas mucho más grandes que las esquelas? Uno de cada cuatro niños españoles se encuentra en riesgo de exclusión social, lo que supone que pasan hambre. No apetito, sino hambre.

Se nos tenía que caer la cara de vergüenza, pero aunque tengamos mucha cara tenemos muy poca vergüenza. ¿Quién podrá describir, tal como es, a un niño?, se preguntó Rilke. Probablemente ningún adulto, ya que hay cosas que sólo se saben al principio de la vida, pero Ana María Matute se aproximó mucho y transitó esa comarca, que es el país de irás y no volverás. Los niños españoles lo pasan tan mal como los que fuimos niños en la posguerra y, según Unicef, desde el año 2010, las administraciones han reducido el prespuesto en infancia en un 14%. Además se han quedado sin madrina. Ana María se fue siendo una ilustre viejecita, que nunca dimitió de ser una niña.

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