Diario de León
Publicado por
MANUEL ALcÁNTARA
León

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No sin varios siglos de retraso, la Iglesia de Inglaterra ha aprobado el acceso de las mujeres al cargo de obispo, siempre tan estimado como cotizado. La verdad es que iba siendo bastante raro que tuviera la facultad de perdonar los pecados de un señor, más o menos instruido, y no una señora. Siempre hubo más beatos, entendida la palabra como persona que accedió por sus virtudes a la cercanía del Sumo Hacedor, que beatas.

En el lenguaje coloquial, las beatas son las que frecuentan asiduamente los templos. Al ser numerosísimas, la denominación ha adquirido un tinte despectivo. Claro que también se habla de «meapilas» y no de la meona en esos idénticos recipientes cóncavos. Total, que la guerra de los sexos desembocó en que pudiera ser párroco cualquier palurdo y no pudiera decir misa Santa Teresa de Jesús.

Los padres de la Iglesia no han admitido la competencia con las madres.

Por eso le ha sido más accesible llegar a los altares a un monseñor dotado de innegable capacidad organizativa que a Teresa de Calcuta. Muy especialmente, la jerarquía católica española, que era no sólo la más reaccionaria, sino la más combativa, tendrá que adaptarse a llamar obispa a una virtuosa mujer. El Sínodo reunido en York puede traer locos a los que ya lo estaban con anterioridad, ya que entendían cualquier tradición como una forma de permanencia en el error y la injusticia.

Parece que habrá que hacer algunas concesiones mientras sonríe Simone de Beauvoir, que dijo hace una buena temporada que no se nace mujer o hombre, sino que se nace persona. No deja de ser un paso gigantesco que una mujer pueda ser obispa, sobre todo en un país como el nuestro donde en igualdad de horario de trabajo y desempeño laboral, todavía hay empresas donde la mujer cobra menos que el hombre. O, dicho de otra manera, los hombres ganan más que las mujeres. Todos los caminos van a Roma, pero las mujeres anglicanas los recorren con mayor celeridad y están llegando antes.

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