Diario de León
Publicado por
DIEGO CARCEDO
León

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Las noticias en torno al ébola, el virus cuya mención estremece estos días al mundo, retrotraen al pasado, cuando la gran amenaza no era todavía una explosión nuclear ni un atentado de la yihad sino el regreso de alguna de las plagas, como la peste bubónica o la peste negra, que de vez en cuando diezmaban la población ante la impotencia colectiva para impedirlo. Lo que está ocurriendo en una amplia zona del Africa Atlántica con la nueva plaga que siega vidas sin que la ciencia pueda hacer gran cosa fuerza a hacer un alto en estas jornadas tan propias para el asueto y reflexionar sobre un nuevo drama que azota a muchos seres humanos del Tercer Mundo.

Sobre el ébola se investiga contra el reloj pero nada se sabe para combatirlo. El virus fue descubierto hace 28 años, lleva el nombre del río congoleño en cuyas riberas aparecieron los primeros brotes, y aún no se ha encontrado ni una vacuna para neutralizarlo ni un tratamiento para curarlo. El 90% de los contagiados no sobreviven. Esto explica el miedo que despierta el contagio, que además puede producirse con bastante facilidad. La creencia es que son los murciélagos, un mamífero sobre el que pesan múltiples leyendas, el principal portador y transmisor. Además de estar radicada en su región de origen, el ébola encuentra en el calor allí reinante, en la miseria, falta de higiene y escasez de servicios sanitarios un ámbito especialmente propicio para su expansión.

La mayor facilidad para desplazarse y la frecuencia con que algunos habitantes potencialmente portadores emigran a otros países, aumentan el riesgo de que el virus se expanda por los cinco continentes. Esto es lo que ha hecho que la OMS y muchos gobiernos estén adoptando medidas estrictas de control.

Los países ya afectados, Sierra Leona, República de Guinea, Liberia o Nigeria, carecen de recursos para hacer frente a un problema de semejante gravedad. Tienen pocos hospitales y con instalaciones deficientes, carecen de médicos preparados para hacerle frente a una epidemia así, y lo peor, cada vez tropiezan con mayores dificultades para encontrar profesionales dispuestos a afrontar el riesgo de un contagio masivo. Las informaciones que llegan de Freetown, capital de Sierra Leona, aseguran que muchos sanitarios están desertando de sus puestos e incluso que algunos enfermos escapan del aislamiento.

Algunos gobiernos como los de Estados Unidos y España han evacuado en aviones medicalizados y con severas medidas de protección a nacionales infectados. Pero el problema sigue siendo la falta de un tratamiento que frene la evolución de la dolencia que suele acabar con complicaciones muy dolorosas. Hasta ahora apenas consta que se hayan hecho algunos experimentos con un suero específico en Norteamérica cuyos resultados se desconocen. Investigar contra el reloj no es fácil, pero se está volviendo dramático.

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