Diario de León
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Cuando hace apenas año y medio se presentó la moción de censura de Ponferrada uno de los argumentos esgrimidos fue la falta de transparencia en la gestión del Consistorio. Ese debate apenas duró unos minutos en el candelero porque enseguida fue barrido por las polémicas suscitadas por el pacto en sí, por el hecho de que se pusieran de acuerdo los independientes de Ismael Álvarez y los concejales entonces socialistas para desbancar al que había sido el delfín del ex alcalde.

Desde entonces un gobierno bipartito ha regido la ciudad con la vista puesta en ese Mundial de Ciclismo que, al margen de todo tipo de polémicas, ha sido un acontecimiento excepcional para la ciudad. Y en ese plano no deberían faltar los reconocimientos hacia tantos esfuerzos realizados por muchos que han conseguido una organización a la que nadie ha puesto reparos, ni tampoco debería obviarse una felicitación a los ponferradinos y a los bercianos en general por su paciencia ante tantas molestias como ha suscitado la competición.

Pero ahora, cuando se están completando las labores para desarmar la infraestructura y antes de que se abran las batallas políticas en todos los frentes, sería deseable que de una vez por todas el equipo de gobierno municipal hiciese gala de esa transparencia que justificó su llegada al poder en el Ayuntamiento.

La repercusión del Mundial en Ponferrada ha sido inmensa y probablemente lo será también en el futuro de sus cuentas municipales. Aquello de ver la paja en el ojo ajeno no debería cumplirse en este caso de los dineros de todos los ciudadanos de la capital berciana. Con luz y taquígrafos —y antes de que se diluya el Mundial en las guerras por ocupar unas candidaturas para las próximas municipales sobre las que no hay nada claro— deberían ofrecerse todo tipo de explicaciones y datos para concretar cuánto y en qué se ha gastado, y lo que es más importante quién paga cada cosa.

En política la ejemplaridad es muy importante. Y la transparencia, tantas veces reclamada, es hoy si cabe más imprescindible porque lo de la discrección para no estropear acuerdos de patrocinio ya no tiene justificación a toro pasado. Existen demasiados interrogantes y la ciudad se merece una explicación concienzuda, al menos para disipar tanta duda como se ha sembrado.

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