Diario de León
León

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Olvidados ya aquellos tiempos en los que los presupuestos generales del estado de Zapatero eran como la carta a los Reyes Magos, donde uno ponía lo que quería y luego te traían lo que hubiera en la tienda de Pepe Preciosona de Boñar, ahora, cada vez que vemos salir al ministro de Hacienda para presentar las cuentas nos palpamos las carnes, que todavía está la otoñada por pacer y es capaz de quitarnos hasta lo que sacamos a diente. El susto de este año nos deja de nuevo a la puerta el AVE, que nos da por maliciar que no debe ser tan rápido porque hace seis años que llegó a Valladolid y todavía lo esperamos aquí, y un ramillete de millones que el PP ha adornado con un lazo en el que pone que blindan los proyectos del futuro para León y garantizan su compromiso con la provincia. Una coincidencia que se sucede con las elecciones justo a la vuelta de la primavera, después de tres años en los que cada vez que aparecía un representante del Gobierno por estas tierras era para recortar un proyecto y reñirnos porque habíamos soñado con mucho sin tener ni donde caernos muertos. El iPad de las cuentas de Montoro para la provincia, replicadas después con toda la fuerza de la propaganda desde Valladolid por Herrera y desde León por el subdelegado del Gobierno ataviado con el traje de la talla XS, nos presenta un 2015 en el que no vamos a dar a basto. No vamos a tener ni tiempo ni para preguntarnos por qué la alta velocidad viene por una sola vía, ni qué pasa con la integración ferroviaria en la ciudad para la que no hay ni un euro, ni por qué tendremos que coger un tren para coger el tren en el apeadero que pongan para los que vayan hacia Asturias, ni dónde quedó el polígono ferroviario de Torneros, ni cómo entrarán los trenes de Feve hasta la estación del centro de la ciudad. Estaremos tan agradecidos con el AVE, que nos sobrarán las ganas de interesarnos en por qué apenas hay 2,5 millones para la León-Valladolid, cuando cada kilómetro de autovía vale de media 3 millones de euros, a pesar de que sobraría con que enlazaran con Mansilla; ni perderemos el tiempo en definir cuál es la solución para poner en valor los restos de Lancia, como tampoco nos importó cargarnos el vicus romano de Puente Castro. Pero nos lloverán los millones. Nos vamos a hartar. Como aquella familia de Gila en la que el padre ponía el plato con el huevo frito a la luz de la lámpara y los hijos mojaban en la sombra de la pared.

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