Diario de León

RÍO ARRIBA

Hay que invadir Luxemburgo

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Cuando oigo la palabra Luxemburgo siempre me imagino a un señor de aspecto adusto y triste, con un bigote lánguido, paseando con un maletín por una plaza barrida por el viento. Lleva terno gris, sombrero de fieltro gris y todo en él resulta grisáceo. Sin embargo, esa imagen está muy lejos de ajustarse a la realidad. Luxemburgo, aunque no lo parezca, es un país de chollos planetarios. Multinacionales tan populares como Pepsi o Ikea y bancos tan serios como el Deutsche Bank, campan allí a sus anchas, con tratos fiscales que les permiten eludir la tributación de sus beneficios en los países donde los generan. Dicho de otra manera, acuden allí alegremente a guardar sus copiosos ingresos, como antes lo hacían los corsarios con sus cofres en la Isla Tortuga. Vamos, pura perfidia. Eso sí, todo lo hacen bajo una minuciosa y críptica cobertura legal.

Cabría pensar, pues, que Luxemburgo no es un señor tedioso y cenizo, sino una madame voluptuosa, algo así como la encarnación opulenta de las cabareteras del Folies Bergère. A mí, fíjense, me dan ganas de meter mano a Luxemburgo. No por instinto depravado, sino por si consigo que se le caiga algún billete del escote.

Llegados a este punto, y viendo lo canutas que las estamos pasando en la Tierra de las Promesas y de la Corrupción , estaría justificado que invadiésemos Luxemburgo. Tampoco, vuelvo a insistir, para pasarnos por la piedra a nadie, solo una invasión multitudinaria y pacífica, integrada por la mitad de los desempleados del país, por ejemplo. Podría escoltarlos una brigada de legionarios —con la cabra y el cornetín—, pero lo ideal es que fueran familias enteras, personas desahuciadas, niños famélicos, mendigos de mirada soñolienta y perdida. Una vez concentrados en las inmediaciones del Paláis Granducal, se monta un campamento estilo 15-M y todos a cantar. No hay que olvidar que la ciudad ha sido cuatro veces sede del Festival de Eurovisión, por lo que se podría organizar un guateque de envergadura. Esos compatriotas ruidosos y hambrientos, llenos de moscas y tiritas, no tardarían en despertar la curiosidad de los medios y a lo mejor de algún luxemburgués famoso, como monsieur Jean-Claude Juncker, actual presidente de la Comisión Europea. Este señor, por cierto, fue ministro de Finanzas cuando se firmaron esos pactos fiscales tan ventajosos para las citadas multinacionales (y las que vinieron detrás). A lo mejor, si se asoma por allí con su cara de pájaro rapaz, la gente echa mano del bastón, pero bastará con que arroje unos fajos por la ventanilla, una mísera parte del botín que se esconde bajo los mármoles y los palacios del mundo, para que cunda la calma. La gente, en el fondo, se conforma con muy poco.

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