Descomposición

Tiempos de tribulación... malos para hacer mudanza (cambios), advertía el santo de Loyola.

Tribulación es adversidad, es congoja o es confusión, aunque en este tiempo es las tres cosas a la vez, así que el problema de España no es que tenga una tribulación, sino tribulaciones, de la misma forma que no tiene corrupción, sino corrupciones... o que no hay purgación sin purgaciones... Las corrupciones, la primera y premiada novela de Jesús Torbado, la tituló inicialmente Las descomposiciones, pero le pareció a la editorial poco comercial e impuso el cambio, aunque era más preciso el original, pues lo que realmente busca la corrupción es descomponer... empezando por la flora intestinal... y entonces, de cagar duro como un cabo de artillería se pasa a la papurria, a la cagalera clásica con sus retortijones de parto agónico... lo peor, sin embargo, es la cantidad de veces que ha de interrumpirse lo que se está haciendo para salir a la puta carrera apretando todísimos los esfínteres camino del retrete... qué sudores... a veces es tan agudo el dolor, que creemos morir viendo cómo se nos escurre la vida patas abajo.

En este punto exacto está hoy esta España a la carrera, en la tribulación que ha creado la corrupción-descomposción. Cada dos días están llamando los jueces a cientos de nuevos descompuestos. Serían miles si crearan sólo diez juzgados más... o un millón si fueran doscientos los tribunales nuevos, que son los que exigen las asociaciones de jueces.

Cagalera fue al cuartel y le dijo al coronel que pusiera la bandera de color de cagalera, le cantábamos de guajes al que se rilara de la banda.

¡Ay, esta España acuartelada en el amiguismo y el cohecho que hoy hace cola ante el juez o ante una cárcel tras solicitar un indulto que sólo se niega porque hay demasiados ojos encima, que si no!... ¿no parece como si sonara en lontanaza una diana de Cagalera General?... diana o zafarrancho... nadie que haya tenido vecindad con el poder o sus repartos está seguro o tranquilo de que no pueda aparecer algún mal rastro dejado. Conclusión: la fe, descompuesta... y la nación, cagada.