Diario de León

SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS por ARTURO PEREIRA

Crímenes latinos

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A los latinos se nos acusa de ser desorganizados, poco metódicos y poco menos que de vivir al día. Vamos, que somos totalmente opuestos a los alemanes o nórdicos, incluso a los anglosajones en nuestra naturaleza y forma de entender la vida.

Ciertamente, con la globalización incluso los rasgos físicos nos confunden a todos y no podemos afirmar que una persona es latina o nórdica por su mero aspecto físico salvo que asumamos el riesgo de pegar un resbalón grotesco.

No obstante, en el mundo del crimen todavía existen ciertas categorías o clases a semejanza de las clases sociales a las que los latinos parece que no podemos acceder. Es como si la inmovilidad vertical o ascenso social en el mundo del crimen ratificara determinadas teorías marxistas. Digo esto porque en el «top ten» de los delincuentes en serie más famosos del mundo no se encuentra ningún latino.

Se puede argumentar con razón que la página web del FBI defiende el carácter multirracial de los asesinos en serie. Algún latino se ha colado en ciertas ocasiones entre los más aventajados a la hora de ser constante y paciente en la actividad criminal pero, solo accidentalmente.

El criminal en serie se dedica principalmente a los delitos de asesinato y de agresiones sexuales. En muchas ocasiones ambos van unidos y una variable que de forma recurrente se une a los dos anteriores es el descuartizamiento de la víctima. Esta última práctica, en ciertas ocasiones se complementa con la ingesta de los restos de la víctima por parte de asesino. Este fue el caso aparecido en la prensa el pasado mes de octubre de un cocinero australiano quien descuartizó y cocinó a su esposa transexual.

Si se analiza con detenimiento la conducta del asesino en serie, se deduce que requiere una voluntad y determinación férrea para cometer sus crímenes. Además, se requiere una planificación y ejecución cuidadosa para no cometer errores que pongan en evidencia su labor. También no debe menospreciarse el hecho que debe guardar una gran discreción y reserva para no delatarse. Finalmente, necesita un lugar discreto y alejado de las miradas de los vecinos donde guardar a sus víctimas, muchas ocasiones es su propia casa o jardín.

Cualquiera que reflexione sobre todo lo dicho puede concluir sin grandes dificultades que los latinos no nos caracterizamos precisamente por nuestra constancia, planificar con tiempo y detalladamente las cosas y somos un poco chapuzas a la hora de ejecutar los proyectos. Nada que decir respecto a nuestra natural indiscreción asumida con cierto orgullo peninsular. Por otro lado, imposible que el vecino haga algo que se escape a la supervisión de las tertulias del café del barrio o miradas inquisidoras tras las mirillas de las puertas.

Nosotros somos otra cosa. Nosotros somos pasión y los crímenes que cometemos llevan aparejada una dosis de temperamento y voluptuosidad que un noruego, con perdón, jamás podrá igualar.

Los crímenes pasionales nos han hecho famosos, y no sólo eso, sino que han dado lugar a las obras de arte más hermosas, precisamente por transmitir esa pasión. El Cachorro o Cristo de la Expiración iconografía principal de la Semana Santa de Sevilla, basa su atractivo principal en la mirada que según la leyenda tenía un gitano apodado El Cachorro en el momento de su expiración tras recibir siete puñaladas de un marido celoso.

Hasta no hace mucho tiempo, todo el mundo llevaba una navaja en el bolsillo. No se puede afirmar que con intenciones ajenas a la rectitud, pero sí que se pudiera entender como una costumbre firmemente arraigada con origen en tiempos donde las diferencias se dilucidaban de otra manera. No me imagino a un inglés resolviendo sus diferencias a navajazos. Para ello se requiere sangre ardiente y cierto sentido trágico de la vida o lo contrario, un desprendimiento hacia ella absoluto. Los latinos somos capaces de todo y de lo contrario.

Como conclusión debo reconocer que aunque no tengamos ningún representante en la cumbre de los criminales en serie, y siempre desde una perspectiva de estricto análisis profesional, prefiero al delincuente latino por ser menos hipócrita en su proceder y ahorrarnos largas investigaciones que siempre suponen un gasto del dinero público.

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