Diario de León

FUEGOAMIGO

Sorpresa junto al Esla

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Toral de los Guzmanes no fue únicamente un solar comunero. También fue el primer cobijo provincial de los protestantes. De modo que a nadie puede extrañar el retoño de los tapiales comuneros devastados por los realistas ni la ecuménica vecindad en sus calles de una comunidad contemplativa de monjas jerónimas con el centro cultural protestante Eduardo Turral. Pero no acaban ahí las paradojas. La iglesia de Santa María de Toral no tiene torre, mientras la que permanece enhiesta, que correspondió a San Juan, carece de iglesia. Santa María perdió en un derrumbe la torre poderosa alzada a sus pies y la excepcional cúpula ovalada con alfarje morisco. Esta tendencia de las torres a precipitarse y castigar con su caída los templos que las sostienen no es inusual en la vega del Esla. Ocurrió hace unos años en Villamañán, aunque en este caso la veleta de la liebre volvió con prontitud a peinar los vientos. Este fin de semana constitucional, un encuentro de poesía, al que me reclama la presencia de voces amigas, testimonia la vitalidad del legado que noveló Fernández Santos.

En 1971, Libro de las memorias de las cosas, ganadora del Nadal, puso de relieve la heroica existencia de las comunidades evangélicas fundadas por Eduardo Turral en la tierra llana. Concretamente, en Toral y en Jiménez de Jamuz. Ahora la calle de Toral donde se agrupan la iglesia evangélica, la casa del fundador y el centro cultural que acoge a los poetas, lleva el nombre del misionero inglés que vivió en este pueblo entre 1895 y 1906. Luego, se trasladó a Jiménez y, después de la guerra, a la capital, donde murió a sus 94 años, en 1962. Al frente de la misión de Toral quedó su discípula Elisa Taylor. La casa del fundador conserva en el desván la trampilla de la imprenta clandestina y otras curiosidades, como la caja de madera para que los vendedores transportaran las Biblias.

Todos los viajeros de pluma que en casi quinientos años transitaron la vía entre Benavente y León encontraban en los tapiales derruidos de Toral una buena percha de la que colgar sus reflexiones, unas veces de un signo y otras del contrario. Porque ya se sabe que los vaivenes de la historia dejan resquicio para todos los gustos. Los últimos curiosos fueron los novelistas Merino y Aparicio, en su viaje por Los caminos del Esla. También ellos evocan el infortunio de Ramiro Núñez de Guzman, quien una vez derrotados los comuneros y no fiándose del perdón regio, prefirió acabar sus días en Portugal. En Toral plantó cara a los imperiales la mujer del comunero, doña María de Quiñones y el pueblo decidió vincular su suerte a la de los proscritos, mudando su apellido fluvial de la Vega por el nobiliario de los Guzmanes, vencidos en la guerra de las Comunidades.

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