Diario de León
Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Transitamos una época marcada por tales rasgos, que en caso de apuro, mejor que te pille lejos. Aunque esta prevención no vale para todos los casos ni sirve igual en cualquier sitio. Nada más hay que mirar el trato dispar reservado para delincuencias similares en diferentes lugares. Aquí en casa tenemos el caso llamativo de la policía Raquel Gago, que ha pasado ocho meses a la sombra por una imputación en el crimen de Isabel Carrasco, hasta que la Audiencia corrigió la prisión cautelar decidida por la jueza instructora. Eso sí, con la oposición de la fiscalía, que al cabo de esta larga temporada ha sido incapaz de hallar pruebas que convencieran a los jueces de la sala. Sin duda, el impacto de aquel suceso desencadenó la tendencia a desoír reparos de tiquismiquis y el tsunami resultante pudo afectar a los derechos de quien apenas acredita indicios como encubridora. No hubo espacio o cautela para la presunción de inocencia ni resquicio para los matices. Semejante procedimiento, si hubiera incurrido en abuso, resultaría imposible de resarcir.

En contraste, los peatones abrumados asistimos día tras día al trasiego de declaraciones y comparecencias en otros ámbitos judiciales, donde lo que se sustancia es el hurto contrastado de millones y millones, sin que ninguna magistratura tome la decisión de enchironar a nadie. Es el caso de los Pujol y Ferrusola en Cataluña o de la banda de Blesa en Madrid. Incluso, en este último caso, un juez intrépido que no respetó las cautelas de ordenanza, fue apartado de empleo y sueldo. La única razón para explicar semejante pereza, radica en que los perjuicios de sus actos afectan al patrimonio de todos y esa circunstancia diluye la responsabilidad. Aunque más bien debería agravarla.

Pero las cosas son como son y no como debieran ser. Así que vamos a armarnos de aguante para seguir contemplando desfiles judiciales, esperando que esta vez la tardanza no se traduzca en prescripción. Porque la experiencia enseña que es lo que suele ocurrir cuando se juzga a gente principal por dañar el bien común. Lo que resulta insufrible es contrastar la imagen altiva de estos pajes, que fundieron cual facinerosos el ahorro de la pobre gente, y la postración de sus víctimas, arrojadas al arroyo de la humillación.

De ahí que el aguante haya de tener un límite. Porque se advierten demoras que desesperan. A estas alturas ya está sobradamente acreditado que la corrupción y el saqueo tienen protocolos similares en todos los sitios. También que las distracciones y descuidos de los vigilantes siguieron un canon parecido. Su alimento fue siempre con el dinero de todos. O casi, porque en las cajas de ahorros la gente rumbosa nunca puso un duro. Sólo se apuntaron a vaciar la hucha.

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