Diario de León

HOJAS DE CHOPO

Cesáreo de Armellada

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Releo, gracias, una vez más, a Pablo Martínez, el Discurso de incorporación como individuo de número de R. P. Cesáreo de Armellada a la Academia Venezolana de la Lengua, correspondiente de la Real Española, que tuvo lugar el 13 de julio de 1978 en el Paraninfo del Palacio de las Academias de Caracas. Y pienso en la proyección de una personalidad de hondo calado, tanto humano como intelectual, también desconocida entre los suyos. Y pienso, inevitablemente, en la más que notable legión de leoneses que se han distinguido por el estudio y conocimiento de las lenguas más diversas y, por tanto, en su labor de acercar a la nuestra el ser, sentir y pensar de otros pueblos y culturas. Reunidos, formarán un más que notable corpus de lingüistas y traductores de verdadero prestigio. Quede el apunte, que no tendría ningún desperdicio.

Cesáreo de Armellada, de bautismo Jesús María García Gómez (Armellada, 1908-Caracas, 1996) llegó a Venezuela en 1933 como misionero entre los pueblos indígenas, que le dieron el sobrenombre de «Emasensén Turí» (El Pobre Correcaminos). ¿Quién dijo que andar es aprender? A su labor pastoral unió la necesidad, la voluntad sobre todo, dado el estado atomizado de las lenguas en el Nuevo Mundo, de que «unos aprendamos la lengua de otros», pues «de cien en cien leguas encontramos cambios de lenguaje, que no se entiende el uno con el otro». Él llegó a dominar seis de estas lenguas, de alguna de las cuales ha dejado diccionario, gramática, cuentos, tradiciones orales, invocaciones míticas… En este sentido, desarrolló también una importante labor, fundamentalmente desde el Centro de Lenguas Indígenas de la Universidad Católica Andrés Bello, fundado en 1968, con la dirección, entre otras, de Lenguas indígenas de Venezuela, una serie de monografías, algunos de cuyos títulos están firmados por otros leoneses: Tomás de Grajal, Félix Mª de Vegamián, Damián de Lario, Adolfo de Villamañán…

El discurso del Padre Cesáreo es de una extraordinaria riqueza por sus análisis y visiones, datos y curiosidades. Por el valor de las lenguas en el proceso descubridor y explorador. Pero no falta, qué distinto, el recuero de su tierra: «Armellada es un pueblín de la ribera del Órbigo… Aquel pueblo, poco más que una aldea, es mi patria chica, la tierra de mis padres, hermanos, familiares y demás vecinos; con ellos aprendí el castellano con algunos resabios del antiguo leonés. Ellos allá se quedaron, pero aún perduran en mi memoria y en mi corazón como el círculo más íntimo de mi ser y, mediante la lengua, que viene a ser un hogar portátil, los he llevado y aún los llevo siempre conmigo… y con el canturreo de la enseñanza primaria se nos grabó en la memoria y en los oídos aquello de «Antes que en Castilla se dictaran leyes, ya había en León Cortes y Reyes» y aquello otro de…». ¡Qué gran lección para tanto olvido!

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