Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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Es tiempo de renovación, de cambios y, en algún caso, hasta de resurrección. Estamos en tiempo de mudanza en el panorama política comarcal. De entradas, pero sobre todo de salidas. Abandonos forzados, abandonos pactados, renuncias que suenan a liberación y otras, en cambio a desesperación.

Debe ser difícil saber dar un paso atrás, sabiendo que has sido el que ha cortado el bacalao en tu terruño. Por eso no todo el mundo sabe estar a la altura de las circunstancias a la hora de poner el punto y final en ese momento por el que será recordado (al menos durante unos meses).

No es fácil tragar bilis a la vez que haces tuyo el dicho pantojil de mostrar ‘dientes, que es lo que más les va a joder’. Es complicado saber contener a la ‘clá’ cuando tú lo que intentas es hacer un ejercicio de dignidad y abandonar la escena como un caballero de la política. Los actores secundarios y los palmeros suelen acaban con ese boato de dignidad ensayado y tantas veces repetido.

Estos, que como durante cuatro años sólo han sido meros comparsas, en muchos casos malos actores de reparto, entre permanecer entre bambalinas y reclamar su minuto de gloria, siempre elegirán esto último. Y así no hay forma de escenificar una salida digna, por mucho que se haya preparado, e incluso por mucho que se merezca.

Por eso, a veces, con una nota de agradecimiento, y un adiós o un hasta luego es más que suficiente. El tiempo hará que amainen los vendavales de la ira. Las aguas volverán a sus cauces, pero, lamentablemente, los tuyos, siempre te recordarán cómo y con quién elegiste pasar esas últimas horas de reinado.

Todas mis consideraciones para quien sabe estar a la altura de las circunstancias. Para aquellos que no convierten este paso en un espectáculo de plañideras. Ojalá todos estuviésemos preparados, yo el primero, para despedidas al modo de ‘Cañagüeca’: «xarreando y comiendo», dejando aparcados los rosarios.

Saber irse, como Cañagüeca —ese taxista gallego que encargó jamón, cerveza y música de muñeira y pasodoble en vez de misas y responsos para su funeral— está al alcance de unos pocos hombres de raza. Los miedos, el rencor, y la ‘clá’, —esa maldita clá— generalmente suelen arruinar cualquier intención de dejar este mundo, aunque sea político, con algo de grandeza.

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