Diario de León

TRIBUNA

Publicar o perecer: el modelo de evaluación de la investigación

Publicado por
Isabel Cantón Mayo Catedrática de la Universidad de León
León

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L a Universidad establece para sus profesores tres ámbitos de trabajo que han de ser realizados simultáneamente: docencia, investigación y gestión. La evaluación de la primera, la docencia, está en fase de revisión pero tiene un modelo de medida que para algunos profesores resulta humillante, ya que sin entrar a su aula ni verlo impartir las clases, lo evalúan el Decano de su Facultad y el Director del Departamento, amén de un autoinforme realizado por el interesado que se someta a esa evaluación. Pero el cuarto criterio es la evaluación de los alumnos, cuya puntuación a su profesor viene correlacionando positivamente con el número de aprobados en la materia (los mejor evaluados son los profesores que dan aprobado general, teniendo en cuenta que ésta calificación así como la de suspenso general dan los índices más bajos en calidad).

Tenemos así que profesores acomodaticios, ágrafos, inseguros, noveles o inestables, que no se atreven siquiera a suspender a sus alumnos por miedo a que no les renueven el contrato, o porque no desean ocupar su tiempo en corregir y mejorar los trabajos de sus alumnos, obtienen una puntuación del alumnado muy superior a quienes tienen un nivel de competencia, trabajo y experiencia acreditado. La evaluación de la docencia se mide por periodos de 5 años (quinquenios) que tienen remuneración económica. La pedagogía complaciente y sumisa es la más valorada en los tres ámbitos citados, por encima de la competencia, el trabajo, la metodología, o la innovación.

El segundo aspecto es el que ocupa esta digresión a modo de desahogo. La evaluación de la investigación, que se hace por medio de las publicaciones realizadas por los profesores, cosa bastante lógica. Pero estas publicaciones deben ser hechas en Revistas de Impacto (JCR, Journal Citation Reports ) a fin de obtener la evaluación positiva en investigación que se puede solicitar cada seis años (sexenios) y que conlleva una pequeña remuneración económica. Aclarar antes de entrar en la crítica, que quien esto escribe tiene la máxima categoría académica, el máximo reconocimiento posible en sexenios y quinquenios y que es evaluadora de la Aneca en varios de sus programas, es evaluadora de las principales revistas educativas y por lo tanto no me mueve voluntad de revancha ni de despecho ante un sistema del que participo y me siento parte. Pues bien, para ser evaluados positivamente por la publicación de las investigaciones realizadas, los profesores universitarios deben publicarlas en forma de artículos (los libros tienen mínimo valor) que son evaluados por el sistema de doble ciego antes de aceptarse para su publicación en una revista JCR .

Aquí viene el meollo del asunto: las citas de artículos JCR las gestiona una empresa privada internacional que decide qué revistas admite y sirven y cuales no. Pero como la medida del JCR son las citas que tenga un determinado artículo dentro de la comunidad científica se han desarrollado corruptelas varias para incrementar el número de citas; Ebraim y otros recopilan hasta 33 estrategias para aumentar las citas y conseguir que una revista sea JCR y tenga factor de impacto.

A estas perversiones se suman los amiguismos de los investigadores con los directores de las revistas que según quien firme un artículo dan el pase o no, digan lo que digan los informes de los evaluadores ciegos. Otra cuestión venenosa es el pago que algunas revistas exigen para publicar en ellas, que ronda cantidades verdaderamente escandalosas y que se financian con ese pago y trabajan en multiplicar las citas para estar en el nivel JCR . Esta cuestión es dolorosa especialmente, ya que los profesores que necesitan acreditarse son los más débiles económicamente y hacen esfuerzos a veces para pagar a esas industrias de la publicación.

Además los evaluadores de los artículos son otro punto débil y perverso del sistema: a veces son tendenciosos y rechazan artículos por cuestiones ideológicas (“la calidad” que yo investigo, por ejemplo, es una bestia negra para evaluadores socio-crítico-políticos), por rivalidad con quien escribe (todos podemos identificar aproximadamente a los autores), por proximidad temática, o por otros muchos motivos. La calidad de los evaluadores también es cuestionable: muchas veces son personas de menor nivel de cualificación que aquellos a los que evalúan y a los que deniegan la calidad de sus trabajos por motivos variados.

Un ejemplo: de veinte premios Nobel de Economía, sólo tres afirmaron en un estudio sobre el tema que nos ocupa, que no le habían sido rechazados artículos en esas revistas. La falta de fiabilidad de los árbitros, revisores o directores, constituyen elementos con necesidad de transparencia, de objetividad y de claridad. Además el publicar o perecer (Publish or perish ) que se ha convertido en dogma debe compensarse con la apertura de más medios dónde publicar con impacto. Comunicar , que es revista JCR en Educación, había recibido 500 artículos para ser evaluados para publicar en su último número. Sólo unos veinte pasarán la criba y el resto tendrán su particular calvario de búsqueda, para conseguir el objetivo de publicar en revistas de impacto. Los cambios en esta evaluación necesitan una urgente mejora.

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