Vuelta atrás

A sistimos estos días a un espectáculo político tan preocupante como, bien mirado, bastante lógico. Todos los partidos de la oposición vienen anunciando con demasiada frecuencia que si llegan al Gobierno, derogarán algunas de las leyes aprobadas en la Legislatura que termina únicamente con los votos del Partido Popular. En la misma idea y a nivel autonómico se han venido pronunciando varios presidentes en los debates de investidura.

Las leyes siempre son y deben ser revisables pero no es conveniente que se conviertan en medidas de quita y pon a merced de las ideologías. Para evitarlo es necesario que los partidos busquen acuerdos que acaben proporcionándoles a las nuevas disposiciones un respaldo más amplio que solo el del Gobierno que las ha promovido. Y esto es lo contrario de lo que ha ocurrido en estos cuatro años últimos.

El PP contaba con un excepcional despliegue de poder institucional, con mayorías absolutas en ambas cámaras, en bastantes parlamentos autonómicos y en infinidad de ayuntamientos, y se ha permitido el lujo de olvidar que la sociedad española es plural. Esta semana sin retraernos más, fue aprobada por el Congreso la apodada ‘Ley Mordaza’ que muchos consideran regresiva para las libertades y, aunque en el debate el Grupo Popular accedió a limarla un poco, al final sus diputados acabaron votando en solitario. Las encuestas y las perspectivas que se respiran en todos los ambientes es que la era de las mayorías absolutas toca a su fin. El Gobierno del próximo futuro, sea quien sea quien lo encabece y presida, tendrá que ser de coalición o estar respaldado por otro u otros partidos. La necesidad de negociar y de recuperar la cultura de los consensos será imprescindible. El final de los rodillos permitirá que las futuras leyes sean más patrimonio de todos y para todos. La vuelta al consenso será la única manera de evitar que se promulguen leyes predestinadas a la vuelta atrás.