Diario de León
Publicado por
ANTONIO MANILLA
León

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Ese cronista apócrifo y verdadero de León que lleva narrando los entresijos de esta ciudad décadas sin más amparo que su curiosidad sin fondo, se ha echado a los bajos fondos. El escritor Javier Tomé, con ese aire de noble venido a menos o de artista venido a más, en cualquier caso inconfundible, periodista de los de antes, de mucho pisar la calle y darle a la lengua, porque ya lleva más de una hemeroteca en su cabeza, esta vez se ha enfrascado en el relato provincial del lado oscuro de la luna: el de los crímenes sonoros y resueltos, con final feliz dentro de lo que cabe la felicidad cuando hay un cadáver de por medio, que es cuando se atrapa al asesino y se le juzga. Ese relato de género degenerado, pues un asesinato siempre lo es, guarda en su interior el tesoro de un arsenal de tramas de novelas sin escribir y películas por rodar.

Crónica del crimen en León, editado por Rimpego, parte de una premisa que uno no considera necesariamente cierta: el crimen como radiografía de la sociedad, que «nos retrata mejor que las gestas o los alardes arquitectónicos». No sé, un asesinato se parece más que nada a otro asesinato, las pasiones que los animan son las mismas, pues las pasiones son lo único que no cambia en los hombres, según nos dijo Maquiavelo, y aunque haya casi infinitas formas de ejecutarlo el resultado siempre es un cuerpo muerto. Pero, por suerte, al libro poco le afecta esta hipótesis sociológica de su solapa para ser capaz de sumergirnos literariamente en un mundo de sucesos de sangre, atroz y crudo, en el que nos movemos como lectores entre el horror y la curiosidad mientras se ponen ante nuestros ojos todos los recovecos, misterios y resoluciones de cada caso. Buceando en los siglos, actas judiciales y periódicos de época, sin dejar de hacer una cata en el contexto social de cada tragedia, un total de veintiséis, la función la abre el lance de capa y espada de la calle Matasiete en 1330 y lo cierra ese engendro de locura y odio que fue el asesinato de Isabel Carrasco.

Ahora que estamos estrenando la cultura política del pacto, uno le pediría a ese cronista de León aún sin reconocer que es Javier Tomé que desempolvase su vieja gabardina de detective sin horario y fuese preparando otro libro con los crímenes, pasados y futuros, sin resolver.

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