Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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E mpiezo diciendo que tengo a la clase política, así en líneas generales, más respeto que a la cabra de la Legión. Pero, de forma paralela, tendrán que reconocerme que la situación actual es tan preocupante como si tienes un hijo transexual y está el obispo cerca. Lo cierto es que siguen cayendo chuzos de punta —y lo que te rondaré, morena—, pese a que nuestros mandatarios siguen empeñados en situarnos en una suerte de paraíso bíblico, con los motores económicos funcionando a todo trapo.

No soy docto en dicha materia, aunque sí me gusta pasear y los carteles de «Se alquila» o «Se traspasa» campan por las paredes de la madeja urbana leonesa. Y eso por no hablar de la deuda pública, disparada hasta la escalofriante cifra del 98,5% del PIB. Una cantidad impresionante que más tarde o más pronto, como le ocurre a Grecia, habrá que pagar. Estamos más para el plato del día que para un menú de gourmet. Y a todo esto, asistimos a diario a un rosario de cambalaches y corruptelas que avergonzaría al mismo Al Capone.

La decencia en la cosa pública es lo que retrata moralmente a un país, pero aquí el tinglado político ha perpetrado una estrategia muy simple y lucrativa: comprar fidelidades y mamonear a destajo hasta hacerse con el control de las arcas públicas, convertidas de esta manera en objeto de mofa y saqueo. ¡Puag! En esas estábamos cuando el ministro del Interior, Jorge Fernández, recibe en su despacho al presunto Rodrigo Rato, para hablar de no se sabe qué. Las explicaciones dadas por el ministro han sido tan abracadabrantes que, de verdad, recuerdan al argumento de Dos colgaos muy fumaos. Lo único que se me ocurre es que, siendo un hombre tan religioso, haya querido recrear la parábola del ladrón malo (Bárcenas) y el ladrón bueno (Rato). El problema, don Jorge, es que Dios consiente, pero no para siempre.

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