Diario de León
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PEDRO VICENTE
León

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S abíamos que el resultado electoral del 20-D deparaba un escenario inédito en el que la formación de un nuevo gobierno no iba a ser coser y contar, como había ocurrido casi siempre desde el lejano 1977.

El declive del bipartidismo ha dado paso a una aritmética parlamentaria enrevesada hasta decir basta, en la que, descartada la gran coalición, hace falta el entendimiento, sea por activa o por pasiva, como mínimo de tres de las cuatro principales fuerzas políticas, cuestión nada fácil de encajar cuando varias de ellas se declaran excluyentes entre sí.

Si el escenario no tenía precedentes, tampoco lo tenían determinados movimientos tácticos que han venido a complicar aún más el sudoku.

La sucesión de acontecimientos de los últimos días no tiene parangón, aunque no creo que sea comparable la frivolidad de Pablo Iglesias con el ‘pasapalabra’ de Mariano Rajoy, quien, siendo candidato del partido más votado en las elecciones, ha declinado el ofrecimiento del rey para someterse al debate de investidura, advirtiendo, eso sí, que no renuncia a aceptar una segunda oportunidad. Realmente insólito.

Rajoy es consciente de que es un político con fecha de caducidad y que ésta será efectiva en el instante en que salga de La Moncloa, momento en el que dentro del Partido Popular se abrirá el melón de una sucesión que no se prevé pacífica. Salir derrotado de un debate de investidura suponía enterrar de golpe sus escasas posibilidades de supervivencia.

El panorama de Pedro Sánchez guarda gran paralelismo. Si no consigue ser elegido presidente, está abocado a someterse a unas primarias y a un congreso del PSOE en los que tendría en contra a amplios e influyentes sectores del partido. Y más si antes da el paso en falso de someterse a una investidura fallida.

¿Qué ocurriría si Sánchez hace lo que Rajoy, un ‘pasapalabra’, ante un eventual ofrecimiento del rey? Nos encontramos aquí con un vacío constitucional con el que nadie contaba: Para convocar nuevas elecciones previamente alguien tiene que haberse presentado a la investidura, ya que el plazo de dos meses no empieza a contar hasta la primera votación a la que se someta un candidato? ¿Y qué sucede si nadie da un paso al frente para ser candidato? Sobre el papel, la interinidad puede prolongarse indefinidamente.

En Bélgica, tras las elecciones de 2010, la falta de acuerdos provocó el mantenimiento de un gobierno en funciones durante más de año y medio.

Después del 20-D nadie dijo que aquí fuera a ser fácil, pero no tan imposible como caer por la pendiente belga.

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