Diario de León
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fuego amigo ernesto escapa
León

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P arece que el centenario de los dominicos va a dar vuelo monumental a la basílica de la Virgen del Camino, después de los escollos que tuvo que vencer su construcción. Un milagro remoto, la aparición de la Virgen andariega a un pastor de Velilla de la Reina, dio origen al primitivo humilladero, una ermita solitaria que albergó la devoción del contorno. La patrona de León fue coronada el 19 de octubre de 1930, con trece años de demora desde la concesión papal. Un acto sin pontífice ni monarca, presidido por el cardenal Segura y por el hijo mudo del rey.

Entonces el santuario ofrecía una imagen pobre y poco acorde con los pujos terrenales del nacional catolicismo. Tras sucesivos intentos, se había construido una iglesia herreriana en el diecisiete, rodeada de pórticos, que pronto se convirtieron en cobijo de indigentes. De las dos torres previstas, una se levantó en el dieciocho y la otra en 1944. Pero el resultado no se acomodaba a las aspiraciones leonesas para su santuario. Así que se empezaron a barajar soluciones monumentales. Entre las más sonoras, se propuso el traslado del monasterio cisterciense de Sandoval y del palacio barroco de Valdetuéjar. Había que recrecer y combinar los monumentos, para darles la envergadura que demandaba la arquitectura confesional del momento.

Pero eso no era problema. Y tampoco el dinero, pues el empeño contaba con la disposición generosa de una pareja de indianos, Pablo Díez y Rosario Guerrero, que no estaban dispuestos a patrocinar un proyecto vulgar ni a fiarse de cualquiera. Con enfado del obispo Almarcha, impusieron la gestión de los dominicos, quienes se encargaron de despachar al arquitecto diocesano Torbado, cuyas propuestas les parecían remiendos. Manejos que no salieron gratis. Al obispo lo contentaron con la donación del palacio para embutir el hospital de Regla y con el traslado de Eslonza para vestir la parroquia de Renueva. El relegado arquitecto Torbado enredó lo suyo, impugnando la demolición del santuario ante Bellas Artes, hasta que recibió una sustanciosa compensación. Los dominicos querían imprimir una estética alejada del pastiche escurialense que les habían endosado el arquitecto Menéndez Pidal y el escultor Lapayese en su vaticano de Caleruega.

Era el tiempo en que la orden acogía a profesionales destacados, como el arquitecto jiennense bautizado fray Coello de Portugal. El proyecto de Coello incluía las dependencias colegiales, que se extienden al otro lado de la carretera, y el santuario, que se adorna con escultura expresionista de Subirachs y vidrieras de Rafols Casamada. Lo más llamativo de la obra de Subirachs es el apostolado que sirve de fondo a las fotos de boda. La vidriera del respaldo simboliza la pesca de la evangelización.

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