Diario de León
Publicado por
NUBES Y CLAROS MARÍA J. MUÑIZ
León

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Somos vecinos. Separados por la hondonada de una autovía que ambos vimos nacer de aquella carretera de pueblo que dividía un entonces emergente polígono industrial. Nosotros aquí, vosotros allí enfrente. Durante años, cientos de coches y algún autobús entrando y saliendo en el tropel de los turnos. Y, de vez en cuando, visitas para mostrar la joya editorial local. A menudo con todo el ringo-rango de la máxima representación política. ¡Eh ahí una de las grandes empresas leonesas!, con nombre de montaña de altos vuelos regado por todo el mundo. Millones de libros abarrotando las instalaciones punteras que tantas veces admiramos.

¿Qué pasó? Un buen día, desde nuestra atalaya de Diario de León, vimos cómo se fundía la E final de aquel imponente cartel luminoso de Everest que se alzaba entre naves mucho más humildes. Nunca volvió a iluminarse. Cualquier día, desaparecen las otras. Y no deja de ser un caso raro. Crisis, sí. Desplome del negocio, sí. Pero ¿daño terminal? Siempre resultó paradógico que los propios (y luchadores, que lo han sido) trabajadores de editorial Everest echaran en cara a la familia directiva que no fuera capaz de cortar por lo sano con el coste laboral. Se trataba de amputar algún miembro para salvar lo máximo del cuerpo.

Pero se dejó crecer la gangrena hasta que no hubo remedio. Con indolencia, que es la más cruel de las enfermedades. Mortal al final. Cinco herederos repartidos en los cargos de las distintas empresas del grupo editorial y no hubo quien se salvase. O quizá sí. Sólo que ahora el juez pone freno a la cuestionada operación de ingeniería financiera familiar.

No se entiende que se haya dejado ir una multinacional que podía haber sobrevivido con ingenio y talento empresarial a las dificultades sumadas de la crisis y una creciente afición más por la tablet y el móvil que por los libros. Detrás (ahora delante, ya con sentencias por medio, en lo que será sin duda una huída judicial hacia delante que tardará mucho en pronunciar su última palabra) hay todo un entramado de irregularidades contables en las sociedades, que los tribunales tendrán que dirimir. Delante, la asfixia indescriptible que han vivido más de 300 familias leonesas. Muchas pasaron el límite de la miseria; todas ellas el de la desesperación.

La sentencia es clara: al margen de otras consideraciones, inexplicable negligencia en la gestión de los cinco herederos, inhábiles hoy para manejar designios ajenos. Demasiado tarde.

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