Diario de León
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el baile del ahorcado cristina fanjul
León

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E l hecho de que una persona sea capaz de que muchas personas más se pongan en marcha es el síntoma de que la lucidez comienza a hacerse un sitio en la sociedad. También, en León. El poder del ego, el poder del individuo es el que siempre ha hecho que la civilización avance, mientras que los convencionalismos, los lugares comunes, la fuerza de la tradición y la pereza intelectual, que suelen ser la corriente general, la tendencia, el mainstream, han puesto chinas al camino del progreso. ¿En qué punto se encuentra León?

Hace años, el Musac albergó una exposición de Kyong Park, Las nuevas rutas de la seda. Comisariada por Octavio Zaya, esta muestra demostraba que los cambios urbanísticos provocados por el sistema financiero habían hecho que ciudades tradicionales, como Dubai o Shenzhen, perdieran su espíritu, su identidad propia. ¿Es eso lo mismo que desaparecer? ¿Hacia dónde caminan las aglomeraciones urbanas? y ¿Qué les espera a lugares como León? Una ciudad no es simplemente un conjunto de edificios con infraestructuras que les dan servicios. Una ciudad es un organismo que piensa, que palpita, que siente y que proyecta sus frustraciones, sus anhelos, su capacidad de reflexión y sus temores.

Por eso, los individuos que nadan a contracorriente resultan tan importantes para León, porque son la fuerza centrífuga de poderes cuya pulsión principal es mantener el statu quo , el inmovilismo, los intereses creados. Para hacer ciudad, primero hay que ser individuo y eso no es nada fácil. Hay que estar dispuesto a perder, pero siempre es mejor perder dádivas, dinero o amigos que el respeto por uno mismo y la dignidad. Salirse del discurso oficial es vivir al filo de la navaja, y hoy en día hay muchos más poderes de los que parece. Está, también, el de lo políticamente correcto, el que marca lo que podemos o no pensar.

Vivimos un tiempo marcado por la incertidumbre en el que parece que la historia quiere llegar a su final a pesar de nosotros mismos. Para empezar a moverse, primero hay que cambiar el pensamiento, las palabras que cada día orientan nuestra vida porque son ellas las que condicionan nuestro destino. Pueden salvarlo o corromperlo. Si desaparecemos como individuos, lo haremos como ciudad. Todo depende de quién gane la partida.

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