Diario de León
León

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Como no se desmontaban los viajeros, pese a los cinco años de dejarlos a las puertas de la ciudad por las obras de desintegración, en Feve han terminado por bajar a los maquinistas de los trenes. No hay quien lo lleve, se justifican los revisores ante los paisanos, cuando de repente, en cualquiera de las estaciones, se paran los motores y se anuncia que en la carretera que llega hasta el andén espera el autobús que les bajará a León. Sí, en Alsa. Vamos, como si usted fuera a comprar el pan, se lo cobraran y, en lugar de dárselo, le mandaran a la panadería de en frente para que lo cogiera allí, que ya se lo pagan ellos después. No es un chiste. Ni una avería. Se trata del funcionamiento ordinario desde el último invierno de una compañía estatal que se escuda en una mala previsión, en las restricciones marcadas por el Ministerio de Hacienda, para argumentar que no convocaron los procesos de selección necesarios que cubrieran las bajas y las jubilaciones. No hay quien conduzca los convoyes, admiten, sin sonrojarse, ni reconocer la nueva treta para poder argumentar después, cuando vengan a cerrar la línea, que la explotación acumula pérdidas millonarias que la convierten en una rémora inaguantable.

El tren de Feve avanza como un convoy fantasma aguas arriba del Torío para embridar los valles del Curueño, el Porma, el Esla, el Cea y el Carrión, antes de arribar a Guardo y orientarse por la senda hullera hasta Bilbao. Menos mal que no se han dado cuenta los pasajeros impenitentes que cada jornada se empeñan en utilizarlo como vehículo para no abandonar sus pueblos. Sólo quedan ya dos de cada tres viajeros de los que se apuntaban en la contabilidad cuando empezaron las obras. Serán menos mientras persista la maniobra de desgaste utilizada para trasvasarlos al autobús de Alsa, junto con una buena factura que paga el erario público. Quizá todavía quede alguien cuando se acabe la desintegración que Adif insiste en que no está parada, que son trabajos que no se ven, y se empeña en escenificarlo con gestos para la galería como volver a hacer mediciones topográficas por si se ha movido la calle en estos casi dos años de hibernación. Aun entonces, montarán paisanos a esperar al maquinista.

No se había visto una boicot interno de estas dimensiones para echar abajo un proyecto desde que el último vestuario del Madrid se cargó a Rafa Benítez.

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