Diario de León

TRIBUNA

Rajoy y la democracia devaluada

Publicado por
Graciliano Palomo Senador socialista por León
León

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A ntes de la coherencia jurídica está la coherencia política y personal», sentenció la Vicepresidenta del Gobierno el pasado 29 de julio. Con esta frase resumió el grado de deterioro alcanzado por la democracia española con el PP de Mariano Rajoy.

Porque la coherencia política y personal es una opción derivada de intereses políticos y personales. Pero la coherencia jurídica solo puede establecerse en relación con el ordenamiento legal vigente y es obligatoria para todos, comenzando por el Gobierno.

El motivo de la disparatada declaración era justificar la tergiversación del artículo 99 de la Constitución y el escandaloso ninguneo al Jefe del Estado que ha estado practicando Rajoy durante semanas.

Finalmente ha debido resignarse a una sesión de investidura sin la previa sumisión del PSOE y sin garantías de salir investido.

Esa versión degradada de la democracia y del estado de derecho por parte de la Vicepresidenta se ha producido después de que, durante los cuatro meses de la anterior legislatura, se sostuviera y practicara la insólita teoría (asombro y escándalo de constitucionalistas) de que un gobierno en funciones no tiene obligación de responder ante las cámaras legítimamente constituidas.

Esta deriva, con vaciamiento del Estado de Derecho, se inició cuando la mayoría absoluta de 2011 le facilitó colonizar el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial y todos los organismos regulatorios (Banco de España, CNMV, etc.).

También le ha permitido amaestrar medios de comunicación públicos como RTVE, presionar y neutralizar a buena parte de los privados hasta culminar con el hito de que en España ya no son fiables ni las encuestas de opinión.

Solo nos faltaba asistir a la última disyuntiva: o se hace presidente a Rajoy o se celebran elecciones el día de Navidad estropeando las fiestas familiares a millones de españoles. Convertir las elecciones en un chantaje es la prueba definitiva del nulo espíritu democrático y la desesperación que anidan en este gobierno en funciones.

El último episodio de deterioro de la calidad democrática de nuestro sistema ha consistido en la desorbitada campaña de coacciones al PSOE y, en especial a Pedro Sánchez, para que una abstención permita a Rajoy ser investido presidente en la primera sesión.

En esta ofensiva han participado todos los voceros imaginables —algunos verdaderamente insospechados— replicando como clones los argumentarios manufacturados desde la calle Génova.

Se exige al PSOE facilitar a ciegas la investidura de Rajoy, obviando una vez más la letra y el espíritu del artículo 99 de la Constitución que reza: «el candidato propuesto… expondrá ante el Congreso de los Diputados el programo político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la cámara».

En cambio, en la democracia devaluada de Rajoy, primero se le hace presidente y después ya nos contará el programa de gobierno…o no, según el humor que tenga ese día.

Lo que deliberadamente se oculta es que, además de ser investido presidente, Rajoy necesita que se le voten los presupuestos y las principales medidas que se le ocurran a su gobierno.

Necesita un PSOE que no haga oposición. Algo imposible porque, como ha dicho Pedro Sánchez: «el PSOE no se va a abstener ante la corrupción, la desigualdad, el desempleo y la precariedad».

Ahora bien, además de las cuestiones de fondo, se deben contemplar también otras consideraciones de calidad democrática. Los cuatro años de gobierno de Rajoy han estado marcados por la prepotencia, la ineptitud, y la crueldad; han tenido como resultados (aunque no haya sido la única causa) que se hayan multiplicado por dos el independentismo en Cataluña y exponencialmente el populismo en toda España. Por razones de salud democrática se necesita una alternativa seria al PP y fuera del PSOE no existe solvencia para ser alternativa de gobierno y, por consiguiente, para ser ser oposición eficaz.

Todo el mundo sabe que el PP de Rajoy no es la CDU alemana en la que dimiten ministros por haber plagiado unos párrafos de su tesis doctoral. Al PP le persigue su corrupción (¿incoherencias jurídicas?) por juzgados de toda España. Pero a Rajoy en especial también le acompaña una mentalidad muy poco respetuosa con el oponente y las reglas de la democracia.

Esa que le llevó a decir el 3 de marzo pasado: «mi Grupo no puede aceptar el papel de comparsa que se nos asigna en este cortejo… lo que pretende hacernos creer el señor candidato [Pedro Sánchez] es que, si hoy España no tiene gobierno, si no se completa una mayoría, si él no es elegido Presidente, será por culpa de todos los demás, que son los malos». Parece claro que la coherencia personal y política tampoco es el fuerte de Mariano Rajoy.

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