Diario de León
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LEÓN EN VERSO. LUIS URDIALES
León

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Antes de que se avancen los plazos y el adviento anuncie las terceras elecciones, en ese gesto de suicidio colectivo que va a retraer el país más allá del 36, León se asoma a otro arreón del brochazo callejero; pintar en las paredes es una rémora que viene de lejos, igual que orinarse en las paredes del Banco de España era el desahogo para los que querían hacer la revolución y no tenían medios para ello. Las paredes son lienzos que siempre estuvieron ahí, aunque años atrás, entre fondos europeos, el placebo de los créditos inflados, las crónicas marcianas y otros archiperres que llevaron a los de las tarjetas negras de la caja a asegurar que el vulgo vivía por encima de sus posibilidades, la creatividad se aburguesó. Vuelven los murales al pie de acera a dar la contra a las pantallas de plasma y a la realidad que fabrica el poder. El poder es una balanza, que siempre mide las fuerzas de forma interesada. Han vuelto a pintar en la esquina de la rotonda de Cantamilanos, que a este paso se va a convertir en el Times Square de la ciudad, de extrarradio, pero Times Square al fin y al cabo por la cantidad de mensajes que solapa esa libreta mural en la que se dejan mensajes que acaban por horadar la conciencia ciudadana, que es el fin último de la misiva. El catálogo anterior se fundió a negro por irreverente con unas rimas entre rosario y ovarios que no debieron agradar a quien manda llover y dar manos de estuco. Hay pintadas que quedan latentes para la piel que las cubre; esa de Oteruelo, por ejemplo, que recibe al visitante desde la señal que anuncia León, con un solo tan afinado que con perspectiva se antoja que el cartel viene así de fábrica; la tintura impregna, y el raspón de rebeldía contra el imperio autonómico va camino de la próxima añada, ahí, velado y nítido a la vez. Limpian los operarios sin descanso y con más dedicación que en esa otra pintada frontal que en Santas Martas confunde al que escapa de León por la vía sur: el pueblo leonés, castellano es; no resulta verosímil que la prescripción sea obra de alguno de los cofrades del pendón, arrepentido y converso, al regreso de la incursión que hicieron el sábado hasta el Pisuerga; ni que hayan bajado desde Riaño a rubricar el recado. Los avisos de pared no resultan efectivos; ni para el candidato que en las elecciones municipales atacó con saña: no voten a Rosendo, que es gerundio.

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