Diario de León
León

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Gila ya le habría llamado. «¿Está Trump? Que se ponga». Y eso que él no tenía tarifa plana. Pero lo mejor con una conversación desagradable es acometerla cuanto antes. En mi caso, se salva porque en inglés sólo sé tres tacos. Y necesitaría, al menos, diez. ¿Alguien llamado Donald puede llegar a presidente de los Estados Unidos? Tiene que ser una bromas de esas de cámara oculta. De un tiempo a esta parte, lo imposible tiene una inquietante proclividad a suceder. Vale, a Johnson se llamaba Lyndon, como aquí llamarte Guapazo, pero es que era de Texas, el Bilbao de allá. A Putin le pusieron Vladimir, que en eslavo significa «señor del mundo». Gila, maestro de la llamada telefónica, preguntaba: «¿Es el enemigo?» Quizá al próximo mandatario estadounidense no quepa clasificarle aún en tal categoría, pero no parece que vaya a ser de los que se les cante: «Algo se muere en el alma/ cuando un amigo se va». Ni siquiera los suyos. Aún no ha tomado posesión y ya están deseando que se marche. Que haya calificado a Meryl Streep de «actriz sobrevalorada», por haberse atrevido a criticar en público sus discursos xenófobos, da la medida de lo que se avecina. En los años cincuenta del pasado siglo, Bogart, Douglas, Herburn, Lancaster y otros «sobrevalorados» se enfrentaron a Josep McCarthy y sus paranoias. Lo de nuestro Willy Toledo es activismo de pandereta.

Apliquémonos el cuento en España, que luego vienen las lamentaciones. El político populista no engaña, quien se engañan son sus votantes. No suele ir de lobo disfrazado de corderín, pues tiene demasiado ego para disimular la zarpa. Lo que sucede es que, una vez ya en el poder, resultará ser aún más chulo y déspota de lo que él mismo proclamaba. El populismo siempre oculta letra pequeña, pero la grande estaba ya ahí rotunda, salvo para quienes no querían verla. Los lobos no balan. Y mucho menos en inglés.

Sí, ganas me dan de llamarle ya mismo, que luego no tendrá remedio. «¿Se puede poner Donald? ¿No? Pues su señora». Lo mejor es hacerlo antes de que le coja el gusto al traje de Darth Vader. Por cierto, a ver en qué queda su pleito con el gran restaurador José Andrés. Suerte, compatriota. Leoneses y asturianos, primos hermanos. Yes.

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