EDITORIAL | Más prudencia y responsabilidad en las obras de la plaza del Grano
Al margen de la agria polémica social suscitada por el proyecto de reforma de la plaza del Grano, con posiciones enconadas a favor y en contra y no siempre defendidas desde la solidez argumental, la información precisa y un mínimo conocimiento técnico de las actuaciones a desarrollar, no parece que las obras iniciadas ayer se hayan afrontado con todas las garantías y la mínima responsabilidad exigible.
La idea generalizada entre los ciudadanos que ayer curiosearon por la zona, porque hay esa inquietud y una cierta preocupación al margen de los intereses políticos que subyacen tras la defensa y la condena de la rehabilitación, o tuvieron acceso a las imágenes difundidas a lo largo de todo el día a través de los medios de comunicación y las redes sociales es que las máquinas y los operarios de la empresa adjudicataria entraron a saco en la calle Capilla, en un lateral de la iglesia del Mercado. Y eso hasta el punto de que la brusquedad de la actuación de la retroexcavadora y el martillo neumático acabaron reventado hasta en seis puntos distintos las tuberías de la red de suministro de agua, dejando sin servicio al barrio —domicilios y negocios— desde última hora de la mañana hasta las seis y media de la tarde.
No tener a la vista o hacer caso omiso, que viene a ser lo mismo, de un plano con los trazados precisos de las redes de servicios básicos no dice mucho en favor de quienes ejecutan la obra y, sobre todo, de quienes consienten porque tienen la obligación de vigilarla, más si cabe en una cuestión de tan especial sensibilidad. Entre otras cosas porque llenan de razones, aunque quizá no de razón, a quienes, en su legítima posición, se oponen a ella. Faltó, en fin, un punto de delicadeza. Y sobró tan sospechosa celeridad.
