Diario de León

fuego amigo

Centinela de las hoces

Publicado por
ernesto escapa
León

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La Vecilla fue uno de los primeros destinos turísticos de la montaña, vinculado a las caldas de Nocedo. De entonces conserva una colonia residencial con vitola centenaria. Ahora es capital de su vega y lanzadera hacia el desfiladero del Curueño. La Vecilla reparte el menguado caserío entre su lecho vecinal y la colonia de la Estación. La urbanización creada a principios del pasado siglo, al paso del tren hullero, es sin duda la primera y más peculiar de toda la montaña. La revolución turística se produjo en los años veinte. Hasta entonces, lugares como Boñar, Morgovejo o La Vecilla no podían competir con el pedigrí residencial de Riaño y Murias de Paredes. Pero en mayo de 1923 entró en servicio el ramal de León a Matallana y aquel verano la estación de La Vecilla subió a primera categoría.

Los montañeses del Curueño tenían una larga tradición de intercambio. Bajaban a los mercados del llano con aperos y ganado y traían vino, aceite y orujo para templar el cuerpo en las amanecidas de invierno. También azúcar, arroz y salazones. Esa costumbre de relacionarse con gente de otros lugares convirtió en coser y cantar la atención a los nuevos visitantes, que primero venían por semanas a tomar las aguas y luego, los más pudientes, a instalarse los cuatro meses del verano. Hasta entonces, estos montañeses se dedicaban al pastoreo y al provecho de las maderas del bosque para labrar aperos con los que hacer el trueque en los mercados de Tierra de Campos. Los más decididos echaban el invierno en los cortijos andaluces o machacando aceituna en los molinos de aceite. Cuando regresaban en primavera traían un deje peculiar, alguna guitarra y más arte para el alterne. «La Vecilla es un pueblo simpático, con gente hospitalaria y amable, siempre dispuesta a invitar a un vaso de vino o a un vermú”, evocó el Nobel Cela, quien superó una tisis bélica con la dieta de la fonda Orejas. Cuando llega Cela, los veraneantes asturianos empiezan a sumarse a los bañistas mesetarios. Catedráticos de Oviedo, médicos y comerciantes de León compran un terreno y encargan las primeras casas despejadas, con arbolado y galerías para degustar el perfil de la montaña. La imagen actual de La Vecilla aparece vinculada al torreón medieval que fue cárcel y juzgado antes de caer en el abandono, del que lo recuperó un arreglo comedido. Cercado por un muro hortelano, asoma su estampa circular en las traseras de la plaza. El torreón es del catorce y aparece desmochado a pesar del reciente estirón en las últimas obras. Suele salir en la literatura comarcal y en algún libro de paso, que en general se limitan a manosear el ingenioso embuste de Cela, quien apañó que los presos salían a segarle la hierba al alguacil encargado de su custodia.

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