Diario de León
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el mirador josé maría calleja
León

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S i el atentado terrorista busca la conmoción, provocar una matanza de niños y adolescentes que se están divirtiendo con su cantante favorita es una forma sanguinaria de lograr ese objetivo. El terror de siempre con la maldad añadida de asesinar a jóvenes, multiplica la conmoción y fomenta la cercanía con las víctimas.

El terrorismo de Daesh, que ha salido raudo a firmar la matanza, tiene una obsesión enfermiza con la gente que disfruta y lo pasa bien, así sea en una discoteca o en las terrazas de París, en la Navidad de Berlín o en un concierto en Mánchester. Sujetos radicalizados, entrenados en el odio, nacidos casi siempre en el país en el que perpetran sus crímenes, en algunos casos con antecedentes por trapicheo o consumo de droga, deciden matar a los pecadores; a los que, no contentos con ser infieles, encima se divierten y hacen su vida, ajenos a sus delirios. Además de conmoción, el terrorismo busca sembrar el miedo, que se nos meta el miedo en el cuerpo, que dejemos de vivir como vivimos, que nos sintamos culpables, responsables en la mayor medida posible de los crímenes. A golpe de terror, quieren que busquemos entre las víctimas los supuestos pecados cometidos que explicarían la matanza de niñas de ocho años, de jóvenes de 18, de mujeres que iban con sus hijas al concierto, de padres que fueron a buscarlas. Ahora se reforzarán hasta el paroxismo las medidas de seguridad en lugares donde hay concentraciones humanas previstas desde hace tiempo, así sea en campos de fútbol, en salas de conciertos..., pero el otro ingrediente del terrorismo, que es la sorpresa, dificulta saber dónde se producirá el siguiente atentado. La conmoción, el miedo, y las angustiosas ganas de que se acaben los atentados. En España nos conocemos ya todos los escalones del terror hasta el actual de su derrota. Siendo magnitudes diferentes, tienen elementos concomitantes en la forma de acabar con ellos: inteligencia, eficacia policial, ahogar las formas de financiación. Pero hay un elemento diferencial en el terrorismo del Daesh que lo hace más impredecible: el asesino está dispuesto a morir en la propia matanza. En el terrorismo etarra, lo primero que buscaban los criminales era una salida segura para ellos mismos; aquí no, su grado de fanatismo es aún mayor y eso dificulta el proceso para su liquidación, que tarde o temprano se producirá.

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