Diario de León
Publicado por
javier tomé
León

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Una de las ventajas de ir cumpliendo años es poder ver como amigos e instituciones van celebrando acontecimientos y aniversarios, lo que siempre te dispara una espiral de recuerdos imborrables. Pero todo tiene un límite, y con la edad se van atragantando los miedos para mezclarse con los afectos y sentimientos, sobre todo cuando se habla de bodas de oro. Cincuenta años de laboreo y trabajo acaba de celebrar el club Kyoto, una referencia mayúscula en el palmarés de imprescindibles referido al deporte leonés. Y en esta ocasión, una vez más, fue la emoción la principal responsable del nudo que agarrotó las gargantas de los muchos fieles que abrazaron a Terán y a Rosi, sus fundadores e impulsores del judo en León, un fenómeno por entonces nuevo y muy atractivo para la juventud. Cientos de abrazos de corazón, de los que hacen olvidar cualquier desencuentro, los que recibió esta pareja de oro antes y después de una cena que discurrió, como no podía ser menos, entre elogios y palmadas en la espalda.

Y no exagero, ya que el restaurante Zuloaga, cenáculo elegido para el ágape conmemorativo, se vio envuelto en un mar de felicitaciones, agradecimientos, alegría compartida e incluso alguna lágrima que otra. Allí estuvieron, rindiendo un cálido homenaje a estos cincuenta años de judo y de respeto por el adversario, el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, judoca y amigo personal de los homenajeados; Vicente Zarza, presidente de la Federación de Castilla y León y flamante subcampeón del mundo de judo senior; o el concejal de Deportes de la capital, José María López de Benito, en representación del señor alcalde. Y muchos otros viejos amigos, como los Calleja, Irazu, Gavilanes o el doctor Conty, un tipo muy difícil de rebanar. Durante las intervenciones de los invitados de honor se habló de triunfos, de valores y especialmente de ese perpetuo «savoir faire» que ha sido durante todo? este tiempo la principal seña de identidad del Kyoto. Y también de la sonrisa perpetua de Rosi y el cariño que sigue derrochando, un lujo más importante que mil victorias.

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