Diario de León

al trasluz

Con pelos en la lengua

León

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Rufián ha vuelto a ser faltoso. No se ha limitado a pedir al ministro del Interior que dimita, algo que va en su sueldo pedirlo y en el del Juan Ignacio Zoido no darle tal gusto. Además, le ha llamado «miserable». Simplemente, porque el Gobierno ha dejado en 50 la propuesta de contar con 500 nuevos mozos de escuadra. ¿Pensaba desembarcar con ellos en Normandía? Cuando la presidenta del Congreso le dio la oportunidad de retirarlo se negó, no fuese a ser verdad eso de que rectificar es de sabios. Después, dio una rueda de prensa para explicar que lo de «miserable» no se refería a la primera acepción del diccionario sino a la segunda, o sea a la de ser un husmias. Ya. Rufián se chupa aún el dedo; los allí presentes, no todos. El político de ERC pretendió humillar y pinchó en hueso. También para los leoneses «El Miserias» es sinónimo de buena hostelería. En otra ocasión, espetó «hasta luego, gánster, nos veremos en el infierno» al exjefe de la Oficina Antifraude de Cataluña. Y no entendimos que se refería al bar del Húmedo. ¿Sin pelos en la lengua? La suya es un felpudo. En lo físico, tiene algo de un Sancho que se hubiese dedicado a la halterofilia o zampado una perola de anabolizantes. Pero la semejanza no pasa de cierto aire. Como ya he recordado aquí, el escudero del Caballero de los Espejos le argumentó a Sancho que llamar a alguien «hideputa» no es vituperio si se espeta como elogio, pero éste no se quedó muy convencido. Si me quieres alabar mejor me llamas guapo, vino a decirle. Pues eso.

¿Pero de verdad cree la burguesía catalana que podrían convivir con esta tropa en una república con billetes de 500 pujoles? ¿De verdad cree el PSOE que tiene algo que ver con estos egos desbocados, con esta nueva casta tan vieja como el mundo? Y que nadie se engañe, todo está calculado por los dueños del pollino para que Rufián suelte coces.

Zoido no se rebajó a contestar, que era lo que pretendía. Y Pastor estuvo rápida en su muestra de autoridad. Sí, la lengua de Rufián va dejando un rastro de pelos casposos. Lo suyo no es juvenil espontaneidad dialéctica, sino chusco matonismo verbal. Ya lo dice el refrán castellano, qué se le va hacer: «El mal pajarillo, la lengua tiene por cuchillo».

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