Grietas esperanzadoras en Cataluña pero sin respuesta clara desde Madrid
La convulsa jornada de huelga general del martes dio paso a un miércoles en el que el protagonismo lo acaparó el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Su anuncio de que realizaría un pronunciamiento a las nueve de noche —como lo había hecho la víspera el rey Felipe VI— paralizó de algún modo los debates a la espera de que ofreciese un discurso eficaz. Pero exhibió el fracaso al que está condenando a Cataluña, porque se limitó a repetir los guiones conocidos, parapetándose bajo las habituales y falsas ofertas de diálogo, y repartiendo culpas, eso sí, todas fuera de su gobierno y de quienes promueve y apoyan la grave crisis que está sufriendo el conjunto de España.
Lo más esperanzador de la jornada fue que se hicieron patentes las primeras grietas sobre cuáles son los pasos que dará en el futuro el frente de los secesionistas. El habitual temor a tener que asumir responsabilidades ante los tribunales de justicia en el futuro saca a relucir la cobardía con la que se ha llevado a cabo el ‘proces’, tanto en las calles usando a niños y personas mayores, como en los despachos resguardándose tras presuntas mayorías que nadie ha podido probar aún.
El problema es que en Madrid persiste la inacción. El Gobierno de Mariano Rajoy sigue a la espera de un PSOE que no parece dispuesto a dejarse atrapar por las ‘facturas’ de la toma de decisiones.
La sociedad sigue esperando que se zanje esta crisis cuanto antes. El daño es evidente, tanto en imagen exterior como en un coste económico que se dispara cada día que pasa.